jueves, 14 de septiembre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Verdad Desnuda


Llegó no como el pan recién salido al alba con las claras del día, no. Llegó a eso de media mañana. No es pan,  pero es tan bendito como eso que se amasa con harina, sal y agua y se hornea y hace la delicia de la mesa.  Es un libro, el noveno de poesía en palabras de su autor, y el décimo segundo de su cosecha literaria…

El trigo de Antonio Vergara se ha derramado generoso en la siega de sus versos. Antonio es un hombre diferente, distinto. No es satírico pero lleva la ironía como el maestro José Tomás lleva el peligro en el pliegue de la muleta. Yo dije de él en una ocasión que, de haber vivido en otro tiempo, habría tenido sitio propio en un cuadro de El Greco.

Verdad Desnuda que así se llama refleja al hombre. Antonio se codea con el mundo del arte,  o sea, flamenco, copla o verdiales, como lo hace la brisa que saluda al sol cuando apunta por la cresta de los cerros. Antonio Vergara no tiene un encasillamiento en un apartado determinado. No. En cualquiera tiene el sitio, ese lugar que solo se le reserva a los privilegiados; los demás, admiramos.
Apunta en esta obra – al menos, a mí me lo ha parecido -  un deje de tristeza, como si se estuviera despidiendo, como quien trae el camino andado y toma un asentadero y piensa en voz alta y no se lo guarda para sí sino que va y nos los cuenta y nos pone a pensar, y nos deja con…


“Por tener los ojos cansados / de tanto otear caminos…” Trae mucho – y bueno – andado este hombre. Está en los lugares donde la palabra encendida y vehemente va de la mente del poeta al sentir de mucha gente. Pregonero incasable. Primoroso y escudriñador de la palabra precisa, oportuna, necesaria… Gracias por el Libro, por tu generosidad sin límites, por el alma que te fuiste dejando cada día. 




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