Nació en Algete (Madrid) y
murió en la Clínica del Rosario de la misma ciudad, prematuramente, con solo treinta y tres años,
como consecuencia de una infección de un apéndice, en mayo de 1931.
La relación de esta mujer con
Sevilla fue excepcional, tanto en el aspecto profesional como en el vital. El
Teatro San Fernando fue escenario propicio para sus éxitos como soprano. Allí
llevo a escena las mejores representaciones y convirtió a Sevilla a la segunda
ciudad de Europa, después de Londres, en el mundo de lírica.
Su boda con el Decano de los
Procuradores sevillanos y su residencia en la calle Moratín hicieron de esta
mujer una sevillana con un tinte especial. Sevilla estaba asolada por la
tuberculosis que encontraba un terreno abonado en la pobreza de los patios de
vecinos. La marquesa de Lebrija recurría a ella. Ambas consiguieron importantes
fondos económicos para luchar contra algo tan tremendo.
Dos monumentos recuerdan su figura.
Una Glorieta en el Parque de María Luisa y un busto en los Jardines de la Calzada. La Glorieta es
obra de Juan Talavera. Una tradición – como todas las tradiciones puro invento
– asegura a las mocitas casaderas que toquen la rosa de mano, novio.
La Glorieta fue aprobada en
Pleno municipal tras su muerte, inaugurada en 1935. Tiene elementos propios de
la jardinería y la azulejería trianera, fuentes y arriates… El vandalismo
urbano es el contrapunto a tanta belleza.
El busto en la calle Juan
Antonio Cabestany que nació como fruto del soterramiento de las vías,
consecuencia de la Expo del 92, es regalo de la Xunta de Galicia. La pobreza de
arbolado y el descuido con yerbajos permanentes es el envés de la otra parte de
la moneda.
La ciudad de Madrid, también,
le dio su nombre a un parque en la zona
oeste, en Tetuán, su pueblo natal a una calle.
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