Entre
naranjos y limoneros, se abre en compases de meandros, y enfila la mar “que es
el morir” y, antes, deja toda su vida. Y riega – nuestro río, el Guadalhorce -
campos de perfumes en primavera y pinceladas verdes en los meses de estío. Y,
lo ve irse, también, el pueblo blanco
con castillo de cumbre: “Álora, la bien cercada / tú que estas en par del río…”
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