El
tiempo era el tema de conversación habitual. Se sabía, casi siempre, por la
observación. La gente del campo echaba manos de las cabañuelas; a las ‘señas’,
al Zaragozano o al taco del
almanaque.
Las
señas se interpretaban según quién, cómo, dónde y cuándo. “Las gatitas de
Mijas” eran nimbos que aparecían y se
ocultaban con rapidez sobre la sierra que cortaba las brisas que venían de la
mar. Si se veían por la mañana, antes de tres días, cambiaba el tiempo…
No
sabíamos dónde estaba Rota pero cuando sonaban los ‘cañones de Rota’, estruendos
secos, lejanos… La gente decía que eran las olas del océano que entraban en las
oquedades del Golfo de Cádiz y eso era
anuncio de que cambiaba el tiempo.
El
pelecho de los pájaros perdices, las baritas de San José, la floración de las
retamas, los rebrotes de los cebollinos,
de cómo iban las esparragueras, el
“sudor’ del pozo, o si reventaban los veneros por las madrugadas se
consideraba que era algo poco menos que infalible. Como el Papa, pero en
casero.
El
Zaragozano, casi el catecismos para la gente del campo, se vendía en la tienda de Pablito. Era de color sepia. Traía la información del
año y en la portada la figura señor que lo creó en 1840. Vamos, ayer tarde,
poco más o menos. El Zaragozano tenía todos los años el mismo formato.
El taco
del almanaque estaba fijo en la pared por un clavo grande. Cada día se
arrancaba un hojilla que marcaba el día, en grande, para verse desde lejos, el
nombre del mes y el día de la semana.
Ofrecía, también, información, de las estaciones, del santoral y de las fases
de la luna…
En la
segunda mitad del siglo XX un temporal asoló la provincia. Ahora le llaman Dana
y hasta hace unos años gota fría. Se reunieron los acaldes de las zonas dañadas en el
Gobierno Civil. Al rosario de peticiones se une uno mayor de quejas porque ‘no
se había dicho lo que se venía encima’.
En
medio de la trifulca el alcalde de un pueblo de un localidad serrana informa:
-
En mi pueblo hay una seña que no falla nunca…
Ante la
curiosidad de todos, lanza:
-
Usted, por la mañana temprano saca las cabras del
corral, “si se espelucan y se meten p’a
entro…, agua segura”.
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