El abuelo, mi abuelo, fumaba
cigarros ideales. Mi abuelo era un hombre alto, enjuto, falto de carnes y
sobrado de huesos. Mi abuelo – al otro abuelo no lo conocí – madrugaba mucho.
Se levantaba con las luces del alba. A lo mejor, hasta antes. El lucero se las andaba por el cielo y él ya
atizando la candela.
A mi abuela le decía madre.
- Madre, ya he hecho el café y
he gastado dos pañiles de leña.
- Ya has ganado el peoncillo,
hoy, solía responderle ella.
Mi abuelo se sentaba en
invierno en un sillón de dos brazos junto a la lumbre. Era muy amante de la
cacería. Por las tardes aparejaba la yegua y se iba de puesto a las lomas de Virote. Lo
hacía, a resguardo del aire, con piedras y ramas de retama y matojos.
En una habitación fresca y
venteada tenía varios pájaros en jaula. Cada pájaro tenía su nombre. En las
correderas del maíz crecían las verdolagas y mi abuelo – yo iba con él – cogía cada tarde un manojo.
Las picaba muy menudas y se las ponía a cada pájaro en el portoncillo que,
entre los alambres, le servía de comedero.
Mi abuelo era un hombre del
campo. Un hombre de campo de regadío aunque las tierras de secano tampoco le
eran ajenas. Tenía los primero pepinos del contorno. Sabía en qué luna había
que echar la era y, luego, sembrarlos cuando agosto tocaba a la mediación,
volvía a echar otra almáciga y cerraba el ciclo de la hortaliza; otros
vecinos por aquellos días ya tenían su pasada.
A mi abuelo le gustaba el
aguardiente, pero no un aguardiente cualquiera; no. Bebía del más fuerte, ese
que si un niño tenía intención de probarlo y lo probaba, lo aborrecía como para
no probarlo en mucho tiempo. A mí me mandaba a comprarlo a la cantina. Mi
abuela me ponía la botella – que era verde – en una talega y yo hacía el
mandado. Mi abuelo guardaba la botella en un rinconcillo de la alacena que
estaba en el lado contrario a la puerta de entrada a la cocina.
En las noches de invierno, con
la luz del candil y sus dedos nos dibujaba figuras que a nosotros nos
embelesaba y ahora las recuerdo con la añoranza del niño que fue, y ya no es…
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