El patio está revuelto. El
patio está como una candela de papeles con mucho fuego y más aire. Los papeles se los lleva el viento.
Tendría que ser así. Quizá algunos han llegado muy lejos y otros se han movido
muy poco; la distancia entre los dos se hace aún más larga.
En el oeste, el forastero en la
barra del bar pedía un güisqui y los demás lo miraban con ojos de curiosidad
esperando siempre un desenlace un tanto azaroso. Siempre había un adelantadillo
de los del otro bando que incitaba a la provocación.
No estamos en el oeste. No hay
un vaso de cristal sobre el mostrador ni el pianista se ha escondido debajo del
mostrador. Pero convendrán que todo esto que nos está pasando es raro, demasiado
raro y, sobre todo, cuando creíamos que se habían superado situaciones de otros
tiempos.
Los niños de una España en
blanco y negro soñábamos con superar los tres grados de la Enciclopedia Álvarez
y en un puñado de cosas más. No muchas más porque tampoco el mico tenía tanta
leche. Después se fueron quemando etapas y ya se sabe…
Ahora los universitarios se
encierran en el Rectorado. Como se ve la distancia es abismal. Claro que los
universitarios no conocieron para fortuna de ellos la enciclopedia ni otras
cosas, y ahora, lo tienen casi todo y
nosotros tenías una gran cosecha de eso que se llamaba y se llama la nada. Los
tiempos cambian una barbaridad.
En la calle hay mucho ruido.
Demasiado ruido; de los despachos salen pocas ideas que amortigüen tanto vocerío
pero se ve que como eso no se vende en la botica… A lo mejor estamos asistiendo
al imperio de la mediocridad y a la sinrazón que se imponen sin que nadie sepa
cómo atajar el problema.
En el saloom hace tiempo que no
toca el pianista; las caras de los feos que juegan a las cartas en las mesas y se hacen trampas entre ellos, nos parecen más feas. El polvo flota en el aire viciado. Es
irrespirable, demasiado irrespirable. Necesitamos aire renovado y fresco.
Los últimos jazmines pulsean
cada atardecer al otoño. Los rosales se han desentendido del tiempo que corre;
están ahítos de rosas. Florecen los pacíficos. La naturaleza va a contramano de
algunos hombres. ¡Menos mal!
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