lunes, 21 de agosto de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Luces

Cae la tarde. El sol baja lentamente. El sol está a punto de perderse en el horizonte… ¿El horizonte? Sí, ese lugar que siempre anhelamos y nunca lo alcanzamos. El horizonte, como el Dorado, como  el amor, siempre está un poco más allá, solo un poco más allá de donde podemos llegar.

El cielo está sembrado de unas  nubes de gasa. Son nubes deshilachadas. Son nubes que no anuncian nada;  solo se muestran distintas.  Son de un tul diferente. Se ha vestido de tonalidades  intensas.  La Mano de Dios ha mezclado los colores. Dejaron de ser blancas y, ahora, tintan el cielo de violeta, y luego de naranja, y luego de naranja intenso,  y  luego de rojo con esa tonalidad que dice que no es de fuego exterior sino es de ese otro fuego que va por dentro.

Un grupo de paseantes apura las últimas luces del día. Pasean.  ¿De qué hablan? ¿De qué habla la gente, esa gente anónima de la que no conoces sus nombres ni sus cosas, ni sus gustos, y que pasea por cualquier playa? No lo  sabremos nunca. A veces, las conversaciones que no trascienden son las más intensas por íntimas, por propias, por únicas.

Otros juegan con la arena. Dejan que el tiempo los envuelva. Están ajenos a tanta belleza como les rodea. El disco del sol se refleja sobre un charco que no quiere irse del último remanso de arena. Es algo así como quien quiere  atrapar ese suspiro  que se escapa y no tiene palabras pero sí un destino concreto.

No es una mar bravía pero sí tiene olas. Son olas encrespadas.  Vienen a dar en la playa como quien viene a morir entregando todo su poderío, toda su fuerza, todo lo que lleva dentro y que ya es muy poco ante la imposibilidad de conseguir los objetivos que se propuso en otro momento. Es la proclamación de la derrota.


No está el mar en silencio.  El mar nunca está en silencio. El rumor intenso es un martilleo constante. Los restos de una embarcación encallada resisten. No sabemos por cuánto tiempo al salitre y a la brea y al golpeo de las olas  que lo dejan como un testigo mudo. ¿Dónde estarán los restos de todos mis naufragios? 



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