Juanillo no era ni alto ni
bajo; no. Juanillo no era ni gordo ni delgado; tampoco. Juanillo andaba en esa
edad en que para hombre ya se decía que era un hombre ‘hecho’ pero a la que él
aún no había llegado. Para muchacho hacía tiempo que debía haber dejado el camino
pero aún no se sabía si pensaba hacerlo algún día.
Pasó por la escuela y, al
terminarla, su padre lo placeó por los colegios de pago de aquel tiempo. En los
Maristas duró el tiempo que dicen que tenía el tren de parada en Campanillas;
en los Jesuitas de El Palo le aconsejaron que mejor con el Padre Mondéjar, en
Pozos Dulces… pero él alegó que allí se aprendía un oficio y que eso para su
Juanillo… En los Salesianos, casi igual.
Hizo la mili, voluntario, en
los Gurripatos de Calle Cuarteles, frente a la Estación de Andaluces, conforme
se subía hacia el Puente de Tetuán y el Guadalmedina. Nunca entraron por
aquellas puertas más pollos lorigados, ni más muestras de chacinas, ni canastos
de brevas, higos, granadas, cestos de naranjas,
batatas o dulces caseros …
Cuando se licenció en su
cartilla militar aparecía que en caso de movilización general debía incorporase
en el Acuartelamiento de Caballería, carretera de Maracena, s/n, en Granada. El
padre – porque el padre fue a recoger la cartilla de Juanillo – intrigado preguntó:
¿para qué es esto si mi Juanillo ha hecho la mili en Aviación y esto es de
Caballería? “Para que corra, a ver si para eso sirve” le contestó el capitán de
intendencia.
Juanillo en su baje cultural
tenía las cuatro reglas contando para
hacer las operaciones, eso sí, con los dedo, y el encabezamiento de la
carta de:”Al recibo de la presente espero que se encuentre bien, yo bien, a
Dios Gracias… y lo todo eso.
Un día el padre se encuentra a
un amigo:
-
Mi Juanillo tiene novia, ¿conoces a la novia de
mi Juanillo?
-
No, - le contestó – pero conozco a tu Juanillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario