28 de agosto.- Lo del huracán Harvey -
que si cambia la ‘H’ por la una ‘G’, tiene nombre de bodega jerezana - me ha roto los esquemas. He estado cuatro
veces en los EE.UU. de América del Norte y siempre defendí ante los detractores
de aquel inmenso país -donde la nación, unida por el inglés y la bandera son
todos; los estados, cada uno de sus
componentes- que allí todo funcionaba. Ahora, veo que ni con cuatro visitas se
conoce un país ni uno está en el mundo que cree estar.
Su actual presidente, ese hombre con
cabeza de mazorca de maíz cumplido también se ha empeñado en dar unos cuartos
al pregonero. No a este pregonero; no. A
los otros, a esos que sí tienen poder de verdad. El hombre que se ha hecho de
demasiado dinero parece que está aburrido. En sus ratos libres busca ocurrencias
raras. Extraordinariamente raras en algunas ocasiones. Ama meterse en berengenales.
No han funcionado las cosas como otras
veces. Bueno, algo sí: la escapatoria para los ricos. Rockport por lo que muestran las imágenes y los
periódicos se halla en el caos y la destrucción. Dicen que ofrecen refugio para
los que no tienen dónde alojarse, o sea a los que están en la calle que son un
montón pero que “no van a perseguir a
los emigrantes”. ¿Cómo se queda uno?
El huracán barre Texas. Va camino de Corpus Christi, ha arrasado
Houston – ha dejado muchos muertos - y en el océano, frente a Galveston esperan
cuatro cruceros llenos de turistas aguardando la hora de poder atracar.
Por aquí, por el Valle del Guadalhorce,
anuncian el fenómeno ‘dana’, es decir una gota fría que puede descargar agua
torrencialmente. Dicen que está detrás de la puerta. Se ve que se acerca septiembre: ‘el que seca
las fuentes o se lleva las puentes’. Algo puede pasar. Hace falta agua para los
veneros, para los pozos, para el campo… ¿Es preciso que sea con destrucción? Ya
ven siempre mirando al cielo…
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