Hay que ser del Lugar para
saber el significado. Me explico. Terminado el plato de sopas perotas – que son
pan migado a pellizcos y secas – en el resto, en el fondo del lebrillo porque
las sopas se comían en el campo en un lebrillo, se vaciaban y se ponían en
común lo que cada uno llevaba en la talega: una latilla de atún, un huevo duro,
un par de arencas… Y se volvía a comer. ¿El resultado?… estómago lleno.
Desde hace unos años las plagas
asolan el campo. Buscan culpables. Todos tienen nombres muy raros. Pesticidas,
insecticidas, herbicidas, fungicidas… Todas, palabras compuestas. Hay que ir a
la etimología para saber que ese determinado producto sirve para matar plagas,
yerbas o ese conglomerado mundo al que llamamos bacterias y hongos.
Hemos dejado que los predadores
naturales desaparezcan. Mejor, nos hemos encargado de ir matando, calladamente,
a los pajarillos, a los insectos que se comían a otros insectos, a esas labores
que permitían el rotar de la tierra con barbechos hechos para el soleo del
verano. “Cava hondo, echa estiércol y ríete de los libros de agricultura”,
proclamaban los viejos.
Ahora dicen que ha entrado una
plaga que ataca el olivo. Viene de Italia y ha llegado por Levante - como entró la filoxera, hace un montón de
años, ¿se acuerdan? - y arrasó el
viñedo. Según leo ya está testada en Jaén
- sobre el olivar vio don Antonio Machado cómo volaba la lechuza antes
de beberse el aceite de Santa María – y parece que en otros lugares de Andalucía
ya se conoce.
Hay, también, otra amenaza
sobre los cítricos. Es más selectiva con el pie que sirve de patrón y ataca
según sea una u otra con más o menos virulencia a las plantaciones causando
daños económicos incalculables en la economía y desesperación ante la
impotencia.
La gente del campo es
listísima. En mi pueblo suelen decir que hay hasta quien conoce a los cojos
tendidos y ¿ante eso? Corre una creencia
solapada y no escrita. Las plagas no vienen solas. Las generan quienes tienen
unos intereses inconfesables. Nos crean, dicen, el problema, y, luego, nos sangran
el bolsillo vendiendo la solución… La lista, interminable; la incredulidad ante
que todo esto sea pura casualidad, total.
Esas multinacionales quieren ‘sopa y bolo’.
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