Toda la atención la acapara la chica. Lo llena todo. Da
sentido a todo. Lleva algo de equipaje. Está sentada sobre el filo de la
maleta. Se cubre con un paraguas abierto, levemente inclinado hacia atrás. El
paraguas no frena la visión. Se pierde la vista en un horizonte. La chica mira.
¿Ve?
La chica piensa. La chica tiene el pelo largo y lacio; le
cubre la cara. Se intuye que todo es espera dentro de ella. Sostiene la
barbilla con el puño de su mano que no aguanta el paraguas. Tiene juntos los
pies…
Casi como en un olvido está la caja de viaje. Tiene forma de
bombo. Puede que lleve cautivos algunos sombreros; quizá una pamela; quizá
alguna otra cosa de más vuelos para el viaje que ha emprendido hacia alguna
parte.
En esos tiempos de espera pasan muchas cosas por la cabeza. Se
puede pensar en muchas cosas. A veces, también da en no pensar en nada. Se deja
que pase todo…
Sigue sin entreabrirse la tarde. Los raíles de la vía
esperan dar sentido a su ubicación. No llega el tren. ¿De dónde vendrá el tren
que no llega? ¿Hacia dónde irá ese tren que espera la chica sin prisa, sin
sensación de impaciencia, sin atisbo de zozobra?
Está mojado el suelo del andén de la estación. Dejó de llover hace un rato. Un
rato ni corto, ni largo. Solo un rato. El suficiente para que en el manto leve de agua se refleje
la figura de chica que espera bajo el
cielo gris ahora que ha escampado.
El tren no llega. Está desierta la estación. No viene nadie;
no pasa nadie…Bueno, sí pasa. Pasamos nosotros; pasa el tiempo…
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