“Hay tres jueves en el año que relucen más que el sol,
Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”. Afirma el refranero;
corrobora el pueblo. Porque lo dice el tiempo,
el primero de los tres ya está aquí.
“Ubi caritas et amor Deus ibi est” cantaba la scholla bajo
la batuta de don Manuel Gámez. Las bóvedas del templo catedralicio se llenaban
del humo de incienso que subía desde el Monumento. Entonces, aún no había
venido la moda visitas procesionales a la Catedral. Solo lo hacía Servitas…
El sol alumbra en lo más alto. El campo es una sinfonía de
cantos de pájaros. Ha eclosionado el color. Se ha ido a vivir en las flores; en todas las flores. Por todas
partes flores. Donde hay caridad y amor, allí está Dios.
Por la noche, cuando el sol se hay ido por el Monte Redondo,
de las Torres bajará el Nazareno… Cruz de plata al hombro: “No me mueve mi Dios
para quererte…” Vendrán, un año más al encuentro con su pueblo: abajo, el
bullicio; arriba el silencio.
Y luego bajarán a ese Cristo Crucificado que casi toca con
la yema de sus dedos los balcones de la calle Ancha que se queda estrecha. Dios
dormido. No es un Dios de muerte. Es un Dios que habla de amor, de generosidad,
de un profundo sueño… “el cielo que me tienes prometido”.
El discípulo amado acompañara a María Santísima del Amor.
Sencillez, grandeza interior. De grana y verde. De amor y esperanza. La calle
acoge otra manera de expresar la fe. Es otra forma de rezar por las calles.
¿Quién sabe qué puede pasar al revolver de una esquina? En cualquier bocacalle
entre el alma que mira y…
Sin caber cabe por la puerta grande que se hace pequeña.
Aparece María Santísima de los Dolores Coronada. De fe y oro; de fervor y oraciones
calladas… Volverá a su templo cuando ya las estrellas tenga el cielo
pespunteado de puntos luminosos que ven que viene el alba.
Jueves Santo. Día luminoso. Mantillas y claveles rojos.
Mujeres de ojos de ensueño. Porque hay tres jueves que relucen más que el sol.
Hoy, ya está aquí, el primero.
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