¿Te acuerdas? Llegamos a Cangas de Onís por el Cares. Era
una mañana luminosa de verano. El monumento a don Pelayo estaba casi enterrado
en rosas rojas, amarillas, blancas, anaranjadas…
Anduvimos por las calles y,
luego fuimos a ver la Cruz de Asturias que pendía del puente que dicen que es
romano pero que no es romano ni ná…Bromas aparte, los que saben dicen que es un puente medieval.
Entramos en la tienda aquella. Estaban a punto de cerrar.
Nos preguntaron si queríamos algo y le dijimos que sí. Compramos unas
baratijas. Algo de poco valor y menos dinero y fue cuando, después de
pagar y de preguntarnos cuándo nos
íbamos, la señora nos sorprendió:
-
¿Tendrían inconveniente en que esta noche cuando
cierre la tienda mi marido y yo les invitemos a una botella de sidra?
Nos quedamos sin palabras.
Preguntamos a qué se debía el…
-
Porque ustedes han sido los únicos de todos lo
que ha pasado esta mañana por la tienda que no nos han pedido descuento.
Y fuimos aquella noche a la sidrería y tomamos una botella,
y otra, y otra…Y fue de esas noches que no se olvidan y la culminamos con un
postre de “Peña Santa”. Un souflé de helado que estaba riquísimo. Era tanto que
la glotonería se resistía a dejarlo allí pero imperó la cordura.
A la mañana siguiente subimos por el Sella. El desfiladero
se estrechaba; la vegetación llegaba la
lengua del agua. El agua era clara, limpia, pura, saltarina. No sé qué más adjetivos se me venían a la cabeza para
aprehender tanta belleza como la que se abría ante nuestros ojos.
Y fue entonces cuando tú me dijiste que aquello era un
paisaje propio de Carlos de Haes pero ninguno de los sabíamos si Carlos de Haes
habría estado por allí alguna vez en su vida. Y…
Se sucedían las curvas. Carretera estrecha. Muy estrecha. Y
me pediste concentración en lo que estaba haciendo y pasamos de largo por Oseja
de Sajambre y llegamos a lo coronación del puerto y un letrero decía: Puerto
del Pontón 1280 metros. Caía el orvallo.
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