Recordaba
Juan Ramón su pueblo, de niño, “como una blanca maravilla, / un mundo mágico,
inmenso”. Moguer, el pueblo de Juan Ramón, es un pueblo blanco cercano a la mar grande
por dónde Colón se fue buscando aventuras y el sol cada tarde busca el camino
de América.
José
Feliciano, en los años setenta del siglo pasado cantó a su pueblo. Era un
pueblo en constante agonía y lleno de tristeza. Era un canto a los amigos que
partieron delante y a los que, cualquier otro día, también lo harían. Era algo
así como la proclamación de la desesperanza.
María
Ostiz aquella chica navarra que se casó con uno de los grandes jugadores que
han pasado por el Madrid, Ignacio Zoco, también cantó a un pueblo. No nos dijo
nunca qué pueblo era. Los que éramos jóvenes en aquellos años cantábamos con
ella, sí, cantábamos que un pueblo era “abrir una ventana y respirar” y la
sonrisa del aire en cada esquina y
trabajar y no volver la cara…
El
“Nuevo Mester de Juglaría” cantó al pueblo de Castilla sublevado en la
revolución Comunera. Eran otros tiempos. Hablaban de campanas que llamaban, de
Justicia que no llegaba, de solución a problemas de hombres, de tierras y
fueros.
Con
este tiempo que nos ha traído abril, el pueblo, o sea, mi pueblo, Álora, esta tarde estaba precioso. Un cielo de nubes
que pasaban; chaparrón improvisado y el Levante haciendo de las suyas; el campo
en esplendor de primavera… Tocaban las horas el reloj de la iglesia.
Desde
la lejanía lo he visto asomado de
puntillas por entre los Cerros como quien
ve cómo se va el río; como quien quiere ver sin ser visto; como quien escucha
los cantos de los pájaros que anuncian que viene a noche y se extasían con el
perfume que sube de las huertas
sensuales y únicas…
Y
he pensado en la gente que entre tanta belleza lo estás pasando mal porque le
vinieron contrarios los tiempos; y me cuerdo de los que tuvieron que irse
cuando éramos niños y dejaron vacíos los asientos de los pupitres en la escuela
y en los que se van ahora… ¡Qué quieren! Con estas cosas se siente un pellizco
por dentro…
Si Pepe, se siente un pellizco, pero imaginate el pellizco de aquellos que hacen medio siglo se fueron y que aún siguen fuera.
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