-
Maestro, por el Bósforo…
-
…
-
Maestro, por el Mar de Mármara…
-
…
-
Maestro, por los Dardanelos...
-
…
-
Maestro, por el Mar Negro…
Y, el profesor esbozaba una sonrisa. Miraba cómo aquel
puñado de inteligencias, espabilados como ardillas, se ‘perdían’ por el mapa y
buscaban la respuesta. El profesor tenía las manías de recorrer con sus alumnos
los caminos de los mapas y juntos lo pasaban muy bien.
-
¿Sabe usted, me decía hace unos días, uno de
aquellos niños que he ido a visitar Estambul, por aquello que usted nos hacía
buscar en el mapa?
El profesor hoy ha sentido como se le paraba la sangre. Lo decía
la radio. Un chaval de la edad de aquellos en lugar de jugar por los mapas se entretenía
en pensar cosas raras; muy raras. Porque que un chaval con trece años piense en
catanas, ballestas, navajas, bombas y puñales… Pues ¿qué quieren que les diga?
Son momentos de preguntas sin respuestas. ¿Qué puede hervir
en la olla de un niño de trece años para que haga cosas como la del chaval de
Barcelona que se mancha las manos de sangre y muerte?
Dicen que pudieron ser más muertes. Dicen que con la Ley del
Menor no le pasará nada. Dicen que, entre los docentes, ha caído una losa
enorme porque algo no funciona. No es momento de buscar culpables pero sí de
buscar remedios.
Estoy seguro que a La Moreneta se le han caído esta mañana
dos lagrimones grandes. Grandes como aquellas rosas que compraba cuando era
joven en Monistrol de Monserrat – las más bellas rosas porque se crían bajo el
manto de la Virgen – que he tenido en la afición de coleccionista.
La Moreneta también habrá llorado por las noticias que
vienen de Lampedusa. Ya no es azul el mar de Ulises, ni navegan capitanes
piratas en versos de poetas. Es un mar de tragedia y muerte. Odio, miseria,
incomprensión… Madre como no eches una mano, los hombres no arreglan esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario