Desde Viso Alto Álora se ve enfrente. En Serpeta la historia
y la arquitectura popular se dan la mano En Cazurrín hay un molino de aceite viejo, que ya está arruinado
y, por detrás de Villaverde donde se juntan los caminos que van a las Cruces,
salía, en la noches larga de invierno, ‘un espanto’.
Sitúate. Estás en tierra de moriscos. Fíjate en los pocos
tipos de hombres y mujeres que aún quedan por aquí: son una prolongación
natural que se ha alargado poco más de trescientos años y, en historia, ese
tiempo, ya sabes…
Antropológicamente está por hacer el estudio. Las
costumbres; la forma de vida; el saludo de llegada y a la despedida; el doble
beso, en la cara, entre los hombres; la fiesta; los duelos y las bodas; la
música; la expresión corporal; la casa y el pozo; el vericueto que ¿va o viene?,
¿sube o baja?
Cuando llegues a lo alto, a la cumbre, no tengas prisas
Quédate un rato en los alrededores de la ermita. Estás en las Cruces – hay
quien también la llaman de las tres cruces. Te digo. Allí se unen los términos
municipales de Álora - que era la cabeza del Partido Judicial – Almogía y
Cártama.
A lo lejos, muy al fondo, si el día está claro verás cómo
brilla el mar; al Norte, casi con la yema de los dedos tocas el Partido de Jeva y El Torcal. No ves
Almogía pero lo intuyes y enroscado a los pies del Hacho, Álora.
Verás que baja un arroyo seco y hondo. Es el arroyo Rabanero.
Allí vivió mi amigo Juan Martín, “el, Capitán”. El mejor verdialero que ha dado
Álora. Un día de aire cambiado salió cantando: “En el arroyo Rabanero / el dinero es el que pita / se echa una novia
un pobre / viene un rico y se la quita”… ¡Cosas que pasan!
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