Iba Ella por la calle con su Niño en brazos. Iba, como va
siempre, con la mirada de Madre buena escudriñando cada rincón, cada quicio de
cada puerta, cada ventana que se abre, cada corazón que la requiebra. Iba Ella
como va siempre; Ella y nuestra…
Iba camino del templo de San Andrés porque durante el año no está en el templo.
No, no; Ella está en Flores. ¿A los pies de El Hacho? Sí y no. La “Ella” a la
que me refiero está en Flores, a orillas del Múrtiga con Portugal al alcance de
la mano: “A orillas de la ribera / está la Virgen de Flores, patrona de
Encinasola/ reina de los corazones”.
Ha colgado Fermín Adame la foto de la Virgen de Flores que
pasa por la calle y vemos que por ahí va
la Reina, la Virgen guapa de ojos morenos y grandes, la Virgen de mirada
clara y serena, dulce; profunda y bella; pasa la Madre de Dios y madre nuestra.
Está tomada la foto desde el interior del portal de la casa.
¿Lo de dentro? No importa…, abierta de par en par la puerta y fuera… Bueno, ni
dentro ni fuera. Ella. Con su manto rojo de bordados de plata y su trono y sus
flores en la mano… Ella.
Lo que son las cosas, me viene a la mente la letra de otra
canción: “Para patrona bendita / la de mi pueblo, señores/ es morena y chiquitita,
/ se llama Virgen de Flores / y es pa mi la más bonita…”
Da igual: “sol que surge en la aurora”, “rosal de Jericó”,
“pozo de aguas vivas”, “torre de David”, “Jardín cerrado”, “fuente sellada”,
“jardín de los montes”, “olivo de llanura”, “arbusto florido”…, así la hemos
pintado, porque en Álora somos así, en
las rocallas de su carmarín de su convento de Flores, el nuestro.
Y, por si fuera poco, también la llamamos “rosa mística”,
“lirio de los valles”, “espejo de justicia”, “resplandor de la luz”. Virgen de
Flores. De las flores de los campos: romero, almoradux y jara; tomillo y
espliego; azahar y tallos de encinas y olivos tiernos, madre de perotes y
marochos.
Pasa la Virgen de Flores, -es un decir, porque siempre está
dentro, ¿dónde sí no están las madres? - pasa la Madre de Dios y madre nuestra.
Solo por el amor que se profesa por algo, puede salir ese canto encerrado entre unas letras.
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