Un puñado de estrellas se derraman por el cielo. Palpitan
distantes, frías y lejanas; el cielo se ha tornado oscuro. Un velo roto por la
contaminación luminosa de la ciudad oculta un mundo detrás de él. Han desaparecido los contrastes de colores
que al atardecer hacían un ascua de tinte y luz.
Se han encendido algunos faroles solitarios. Los rótulos de
las esquinas aparecen anonadados y mañana cuando la avalancha turística vuelva
a Toledo – porque estoy hablando de Toledo – invadirá las calles y cobrarán
vida efímera sus indicaciones.
A la “Casa del Greco”, a “Santa María la Blanca”, a la
“Sinagoga del Tránsito”…Ríos de gente variopinta sube y baja por sus calles.
Casi todo tiene pinta de zoco. Venden y venden y venden. ¿Compran? Hay de todo.
Se irán éstos; mañana vendrán, otros. Una masa ingente ocupa
la calle, pasa, miran, sacan fotos y siguen camino. Me asomo a la barandilla de
la terraza en el pequeño jardín de la casa de Victorio Macho. La vista es
esplendida.
Me da por pensar en muchas cosas. Dicen que aquí, en Toledo,
donde había ‘muchos’ traductores, que formaron Escuela, el Rey Sabio, o sea
Alfonso X, mandó traducir - o ¿lo
escribió él? - el Calila e Dimna. Era por el 1252. Siglo XIII…
Recuerdo a Fray Hortensio de Paravicino, a doña Jeromina de
las Cuevas, a Jorge Manuel Theotocopuli, al cardenal Tavera; a otros cardenales:
Mendoza, Cisneros, Segura, Pla y Deniel, don Marcelo…Cualquiera, uno solo de
ellos llenaría páginas en la Historia de España.
Es noche cerrada. Me siento en la plaza del Zocodover.
Recuerdo que el amor por esta ciudad me vino de la mano de don Gregorio Marañón
y… por los ojos de una mujer. Leí a don Gregorio con verdadera fruición. Vuelvo
cada vez que puedo. Siempre me siendo invadido por una enorme satisfacción
interna.
Toledo posee un sabor especial. Se palpa en sus calles. Es
esencia recóndita que solo se detecta en estas ciudades, mitad piedra, mitad
historia. Evoca la sustancia de la vida misma.
Figuras fatasmagóricas flotan en el ambiente. Descienden
asidos por manos irreales bajan hasta las sinagogas, a la catedral, a San Juan
de los Reyes. ¿Irán al Entierro del Señor de Orgaz? Enfrente, al otro lado del
Tajo, dormitan los cigarrales…
Buen principio poético, seguido de una narrativa que nos lleva de la mano por sus calles, y en la otra nos pone el caramelo para dejarnos el dulzor y desear visitarla con rapidez.
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