A mi
amigo Antonio Espárraga con quien anduve por aquellas tierras y que ya no está
entre nosotros.
En el Cerro de San Felipe nacen el Cuervo, el Escabas y el
Júcar. El Cerro es pródigo en aguas. Son aguas limpias, transparentes y heladas.
Buscan la salida y horadan barrancos, rocas, cárcavas y peñas. Forman una red extensa que, unida a otras, dan
vueltas y abren caminos hacia el Mediterráneo o hacia el Atlántico.
El verano allí es corto. La naturaleza se muestra llena de
colorido y verdor. Los inviernos, por el contrario, largos y duros. Se
prolongan de septiembre a mayo; se acortan los otoños y las primaveras.
Con el inicio de las estaciones - solo dos -, el pinar se
torna enigmático, misterioso y profundo o lleno de cantos de pájaros y arrullos
de palomas torcaces. Trasnochamos en Tragacete. Está el pueblo lleno de
veraneantes. “Depende, me dicen, de según en qué tiempo, ahora hay gente, pero…”. Tomamos caldereta de ciervo y un vinillo rasposo y con mucho cuerpo. Sobran las
explicaciones.
Es un lugar
donde parece que no anda el tiempo. Todo
pude transcurrir en un instante, o todos
los instantes son pocos para sumar tanta belleza y sinfonía. Cientos de hilos de
agua brotan de la roca. Se agrupan, poco a poco, en chorros; forman una
cascada. Y uno mira, contempla y escucha…
Las rocas cambian de colorido al diluirse los minerales y el
musgo aporta distintas tonalidades de verde en un iris de descomposición única.
Vegetación y humedad marcan el cauce: sauces y árboles de ribera abren caminos
insólitos. Va, el río, entre los pinos y forma hoces hendidas y profundas.
Apenas ha llegado hasta allí el hombre. La carretera
estrecha y serpenteante busca los cursos de los ríos – el Júcar hasta
Tragacete; el Escabas hasta Priego, o el Guadiela hasta Beteta – y ofrece una
sorpresa de naturaleza virgen y de agua cristalina en cada recodo.
El viento del pinar mece las copas de los árboles; sopla con
fuerza. Agita las ramas. Aporta esos silbos largos que parecen perderse en la
lejanía y a los que solo responde los ecos. A tu cuñado Antonio y a mí nos responde el eco de tu
recuerdo…
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