La chica tomó el tren exprés que pasaba por la estación a media noche. El tren entró por la estación
aminorando la marcha. Llegó a su hora Cuando se presentía próximo, entre los
viajeros y el personal de la estación se notaba un cierto movimiento. Apareció
una pareja de la Guardia Civil; un hombre con un canasto que vendía bocadillos
y refrescos... Un mozo traía, en un carrillo de mano, unos bultos…
El suelo del andén retumbó
cuando llegó el tren. La máquina era negra y soltaba vapor a ras del suelo. Al
condensarse formaba una nube densa; los viajeros parecían fantasmas salidos de
la niebla.
Pasó la máquina. Por la
portezuela que tenía echada una cadena se asomaba un hombre. Era el fogonero;
alimentaba la caldera con carbón que paleaba hacia aquel fuego de infierno. El
hombre tenía la cara llena de tizne.
Una señora cogía, con fuerza, la
mano de un niño. Luego pasó un vagón con varios hombres vestidos de uniformes
asomados a la puerta que estaba abierta. Era el vagón de la paquetería…
Detrás, todos los vagones de los
pasajeros. Eran vagones de madera. Se accedía por los extremos; los asientos largos y corridos. Encima de los
asientos unas repisas servían para que los viajeros dejasen los paquetes; las
mujeres nunca soltaban el bolso…
La chica subió al coche número 5
de Primera clase. Su padre le alargó las maletas hasta el descansillo.
-
Te
cuidado, hija
-
Sí,
mamá
-
No
te asomes al ventanilla
-
Sí
, mamá
-
Vigila
las maletas
-
Sí,
mamá
Buscó el departamento en el que
estaba su asiento. Era un asiento partido en la mitad por un reposabrazos. Los
asientos estaban tapizados con un felpudo
que imitaba a terciopelo verde ajado.
Viajaban, también, un matrimonio
de mediana edad. (El hombre le ayudó a colocar las maletas en la repisa que
había sobre las cabezas de los viajeros) y una señora mayor de pelo canoso
arreglada con coquetería. La señora calzaba unas zapatillas cómodas propias
para pasar una noche de viaje.
Se entreabrió la portezuela, en
el testero de enfrente, al otro lado del pasillo sobre una placa de porcelana
leyó en letras negras: “Es peligroso
asomarse al exterior”. Al poco, el tren reemprendió la marcha…
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