Lo han anunciado las mentes lúcidas. Dicen que los días de
viento cerrarán El Retiro en Madrid, por precaución. Vale. Lo malo viene ahora.
“Cortaremos álamos, acacias, pinos, mimosas y chopos”, eso declaran en un
periódico. Y digo yo ¿qué culpa tienen esos árboles de haber crecido a su bola y sin ninguna poda?
Los álamos y los chopos son árboles de ribera; o sea, crecen
en las orillas de los ríos; las acacias,
de sabanas y las mimosa de jardines por los que la gente pueda transitar pero
por sus lados; los pinos son árboles de sierras. Cuando los árboles no están en
su sitio…
Hay muchos árboles enfermos en los parques de las ciudades.
La culpa no es de ellos. Polución, contaminación, gases, humos. Todo endosado
por nosotros y cuando se caen las ramas y matan a alguien, pues ya se sabe… ¡El
lío!
Al olmo centenario de don Antonio Machado en Soria lo cuidan
con mimo. Claro que Soria con don Antonio tiene una relación de amor y
reconocimiento. Como los tienen los monjes de Silos con su ciprés: “enhiesto
surtidor de sombra y sueño” lo vio Gerardo Diego.
En El Retiro
madrileño por lo que leo va a ser como que no. Menos cariño. Y, cuando menos se
espere, llegará, de sopetón, el motosierra.
Juan Ramón comparaba los chopos con Lucía, la muchacha
titiritera del circo. Barbeito los ve como “el sitio idóneo para que se suban
los mirlos…” Esos chopos de la ribera tienen otro encanto; apuntan al cielo,
reflejan sus hojas tintineantes en las aguas claras del río y juegan al
escondite con las sombras las noches de
luna.
En un país ‘arboricida’ como el nuestro los árboles
sobreviven con muchas zozobras. ¿Podas? Sí. ¿Talas? Ni en pintura. Desde
tiempos perdidos en la Historia fue un arma más para luchar entre nosotros.
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