El viajero supo de la existencia de Yegen cuando siendo
muchacho leyó, “Al sur de Granada”. Gerard Brenan le llevó de la mano por ese
mundo que llaman la antropología y, desde entonces, siempre se interesó por las
gentes y por las cosas de esas gentes que viven en esos sitios donde no va casi
nadie.
Antes de llegar a Juviles se encontró con un pastor. Se
paró, habló con él. El pastor llevaba una gorra con orejeras, unas botas de
cuero y un pantalón recio. Tenía la punta de la nariz enrojecida por el frío de
la sierra. La nieve orillaba la carretera.
Supo que el pastor llevada dos días sin salir al campo “por
mor de la nieve que cayó hace unos días ¿sabe usted?”. Al pastor
le sigue un atajo de ovejas churras y un puñado de cabras blancas
alpujarreñas. Acompañan al pastor cuatro perros pastines soberbios.
El viajero recuerda que a Brenan, en una ocasión, cuando iba
a Granada le atacaron unos perros. Debían ser los antepasados de estos. Los
mastines son los mejores perros para hacer frente a los lobos. Al viajero se lo
dijo una vez, otro pastor, un día de verano cuando bajaba desde el Puerto de
San Martín hacia el Valle del Roncal. Y, si ellos lo dicen…
El viajero hace un alto en Fuente Agria antes de llegar a
Pórtugos. Hay varios puestos ambulantes. Venden arándanos, miel, nueces y yerbas
que lo curan casi todo. Eso dice un hombre moreno con barba de varios días y
que dice que es de Antequera. ¿Qué puede hacer un hombre de Antequera, tan
lejos de su pueblo? Sin duda se busca la vida.
Una pequeña ermita guarda una Virgen de las Angustias. El
viajero la ve por una pequeña ventanita abierta en la puerta grande de madera
de nogal. El agua de Fuente Agria viene con el nombre puesto de cuna. Prueba su
sabor ferruginoso…y, sigue camino.
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