Acabo de cruzar media España. El tren partió de Atocha
después del medio día. Avanzaba por una
tela de araña de raíles engarzados entre sí: se abrían, se cerraban, se
entrelazaban; unos, por aquí; otros, hacia otra parte. El tren dejaba atrás la
ciudad. Entraban, en la estación, en sentido contrario, otros trenes.
En la lejanía se recorta el Cerro de los Ángeles.
Inconfundible imagen del centro geográfico de España. Se alarga la ciudad. Son
construcciones nuevas, altas, acristaladas. Se queda atrás un bosque de
edificios apiñados. Desde de la ventanilla se ven vehículos por las carreteras.
En campo abierto los páramos están helados. Vuela cercana al
tren una banda de palomas. Hay chabolas junto al Manzanares que va camino del Tajo.
Algunos edificios que albergaron hace un tiempo actividad ahora son muestras
latentes de una crisis que los ha aplastado.
El Tajo por Aranjuez va lento y entre árboles pelados. Es
invierno. Hace frío. El tren marcha veloz. Cruza campos vacíos. Están podadas
las viñas; apunta los sembrados. Por los Yébenes pasta el ganado vacuno en un
campo lambido. Un castillo de otro tiempo, en la lejanía, exhibe muñones
desdentados.
Con dificultad se leen los nombres en las estaciones: La
Sagra; Mora, Malagón. Ciudades a la orilla del tren. El tren pasa; ellas se quedan asentadas en el
sitio donde están desde siempre. Ciudad
Real crece y crece…
El Guadiana se asoma en lagunas de aguas claras. Tres
muchachos, sobre una barca, esperan la llegada de los patos. Al pasar por
Puertollano sobre los farallones de piedra rinden homenaje a un minero. En el
Valle de Alcudia pastan las ovejas. Sierra Morena reverdece con el pasto nuevo
entre los encinares de la dehesa. Una sucesión de túneles permite al tren
cruzar la sierra.
Están de poda en los olivares por tierras de Córdoba y
Málaga; queman el ramón. Las llamas devoran los tallos verdes. Arden y levantan
columnas de humo. El viento arrastra el humo bajo un cielo de nubes. Ha llovido
sobre Málaga. El arco iris..
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