miércoles, 8 de octubre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Música, maestro.

                                 

Dice la mitología que Pan era, en la Arcadia, el dios de los cabreros, de los pastores y de las brisas: la de la mañana y al del atardecer. Dice, que era muy feo. Tenía el cuerpo cubierto de pelos, una cabeza horrible y un aspecto que hacía reír a todos. (Pan, pas-a-am, adjetivo griego, de tres terminaciones, que significa: todo).

No deja tampoco muy bien parada la mitología a Penélope, esposa de Ulises que se las andaba por los mares con temas de sirenas y esas cosas. En su ausencia Penélope, que además, de destejer ‘hacía favores’ a unos y otros, quedó embarazada y, de ahí, vino lo que vino…

Dice, también que Pan se enamoró de Siringa. La persigue. Siringa se lanza al río Ladón. Otras ninfas la socorren y se trasforma en cañaveral. Pan solo pudo abrazar las cañas mecidas por la brisa. El rumor del viento entre las cañas le causa tanto bienestar que construye una flauta de flautas. O sea un instrumento musical. Lo llama: Siringa.

¿Y a qué viene todo esto? Esta mañana, como a eso de cuando el sol ya casi llega al medio día,  un afilador asomó por la esquina. No traía ni la rueda de otras veces accionada con el pie, ni el torno revertible, ni la bicicleta… No; venía motorizado.

 Tocó el chiflo. Esa flauta por la que la escala sube y baja con la velocidad del viento que movía las cañas del río en las que se escondían el amor imposible de Pan. No acudieron, como otras veces, las mujeres con las tijeras oxidadas ni con cuchillos mellados… El hombre dio varios toques y, ante el éxito, siguió calle adelante.

En la Verbena de la Paloma, don Hilarión se movía, entre la Casta y la Susana – mantones de Manila, al viento – camino de la diversión. Era otra música. Ni la siringa ni el organillo del agosto verbenero madrileño tienen ya actualidad.


 Entre tanto ‘perro’ sacrificado, tanto ébola incontrolado, tanto buitre suelto y tanto político inepto, es mejor perderse en el recuerdo del afilador del chiflo o entre las notas de un organillo en noches de duende de Verbena. ¿Ustedes, qué piensan?

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