Cuidadín con meterse en los charcos. Se mojan los pies y,
luego, vienen los constipados. El Obispado de Málaga quiere hacer no sé que
para ‘regular’ los traslados procesionales. Esto, abordado en octubre, es como
una redrojada de la Semana Santa.
Tiene mucha tela que cortar este traje. Verán. Los temas
semanasanteros tienen dos caras: la religiosa y la social. Son como las vías del tren. Por mucho que se
prolonguen nunca se van a encontrar. Se mire cómo se mire están ahí.
Los hay, y tenemos que llamar a las cosas por su nombre,
quienes se acercan al trono - o no se retiran de él por muy largo que sea el
verano – por un sentimiento de religamiento con algo que lleva dentro. No sabe
desde cuándo ni cuánto le va durar. Pero está allí.
Los ‘avispados’ son de otra ralea. Acuden – siempre con cara
de no haber roto nunca un plato, claro - junto al santo (Virgen o Cristo) da
igual, porque saben estar en el sitio oportuno y en el momento adecuado. Abre
muchas puertas ser Hermano Mayor o de la Junta de Gobierno de tal o cuál cofradía
o hermandad. Es puro y duro un aprovechamiento en bien propio.
Separar a churras de merinas es una misión casi imposible.
Ahora el Obispado parece que quiere regular las manifestaciones populares y
callejeras. Las vueltas por el barrio – algunos llevan más bandas de música que
en la salida procesional – tienen un tinte un tanto especial.
Las procesiones
arrastran a muchos a favor y, a muchos, en contra. Hablar de esas cofradías
emblemáticas que en la procesión oficial van todos detrás del Cristo y bastante
menos detrás del trono de la Virgen… Pues eso.
Me viene a la mente la anécdota del santo cura de Ars. Acude
la multitud a escuchar al pobrecito Juan María Bautista Vienney. Entre los asistentes una pobre viuda llora a su
marido que se había suicidado
arrojándose desde lo alto de un puente…El santo la localiza entre la multitud:
-
Entre el puente y el río hay mucho trecho, le
dijo.
No es mal mensaje para sesudos
del Obispado y para acompañantes en los traslados…
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