¿Ves?
La sierra se viste ya de otoño. Sé que no te gusta el otoño; sé que te pone triste, melancólica; que eres
de sol y de brisas de mares de que vienen de lejos pero, yo porque soy así, hoy
me ha dado por irme a la Sierra.
En
Aracena se la andan de feria del jamón y esas cosas del cerdo. Aracena, además de capitalidad me ofrece un “milagro
de agua y tiempo”. Estalactitas y estalagmitas crean caprichos de formas y
ensueños. Me quedo con el fandango: “Aracena la serrana/ que es una mata del
monte / cuando viene la mañana / blanquea en el horizonte/ como la flor de la
jara”.
Y
sigo camino, porque la Sierra, de Portugal a la Cuesta de la Media Fanega tiene
muchos caminos y te digo que los castaños de Galaroza y de Robledo y de
Fuentehridos y de Alájar y de Linares han pedido prestada la ropa: se han
vestido de manto de Dios.
En
Almonaster me vuelvo al reencuentro. Me viene a mano otro, oro fandango, claro:
“Pensé de echarte al olvido / y no te pude olvidar / soy como el pájaro
herido / vuela siempre hacia el lugar /
donde tuvo el primer nido”.
Encinasola
se asienta junto al Múrtiga. Allí están la Virgen de Flores y los amigos de
siempre. Y, como la cosa va de flores y fandangos, me lo apropio, porque viene
a pelo y porque me parece precioso: “Yo sembré en una maceta / la semilla del
engaño / con lágrimas la regué / y la flor salió florando / tuvo la culpa el
querer”.
¿Ves?
Me ha dado en irme esta tarde de otoño por la Sierra. Unos buscan grumelos;
otros, acopio de viandas… o quien va, errabundo, por si en algún recodo del
camino hay un mensaje en el viento.
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