La lluvia repiquetea, cuando escribo estas líneas, en el
alféizar de la ventana. En la lejanía, por la Sierra, se ven relámpagos. De vez
en cuando avisan con una ráfaga de luz que la tormenta va por otros senderos.
La tormenta va a los suyo.
Me acuerdo de una película de hace muchos años. Claude
Lelouch llevó al cine: “Un hombre y una
mujer”, protagonistas: Jean Louis Trintignant y Anouk Aimée. Éramos tan
jóvenes que, nos entusiasmaba aquella segunda oportunidad en el amor.
En el film hay un momento… Hay muchos momentos, claro. Tarde
de invierno, un viejo pasea con su perro por la orilla. Hace frío; el mar está
alborotado. Los protagonistas, van a lo suyo; el perro se desentiende de quien
puede ser su dueño y, va a los suyo; los niños corren por la playa: van,
también, a los suyo.
Veo en no sé qué periódico la foto de un hombre. Se
resguarda bajo un paraguas. Camina por otra orilla, de otro mar. Llueve. ¿Habrá
algo con menos sentido que la lluvia en el mar? Pero llueve y muestra un paisaje
gris y ventoso.
Me las anduve por el Jardín Botánico. Buscaba, entre sus
árboles, el otoño. No ha llegado
plenamente. Será que ante tanto ébola, tanta manifestación y tanto político de
lengua suelta, se lo están pensando en venirse a Madrid. No obstante, el
Botánico está bellísimo.
Por el Paseo del Prado – el atasco era monumental - el ruido
ensordecedor se veía roto por las sirenas sonoras de las Uvis móviles, de los
furgones de la Polícia Nacional, por los de la Policía urbana, por los de las
ambulancias, por los de los vehículos de los bomberos... Todos – debe ser
consustancial a las grandes ciudades - se desentendían; todos, a los suyo.
En una
de las esquinas del Botánico, sobre uno de esos rombos metálicos que coloca el
Ayuntamiento, se lee: “Adiós, Madrid; adiós tu Prado y fuentes que manan
néctar, llueven ambrosía…” Viaje al
Parnaso, Miguel de Cervantes 1614 ¿Escribiría hoy lo mismo?
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