Es
mañana de lluvia y nieblas. El castillo de Baños de la Encina emerge, como un
buque fantasma, en el mar de olivos de Jaén, a la izquierda, conforme se sale
de Andalucía, camino de la Meseta.
Milenario,
el castillo de Bury Al-Hamma, que
así le pusieron, ostenta el privilegio de ser el único español que pude
izar sobre la “Almena Gorda” la bandera azul coronada de estrellas del Consejo
de Europa.
Tiene,
en pie, catorce torreones. Uno fue soporte para edificar sobre él la torre del
homenaje, cilíndrica y en mampostería, (para tu información, modalidad de la
que carecen los castillos musulmanes, porque te digo, que fue mandado construir
por Hakan II, hijo de Abd al-Rahmán III, en 968)
Dicen,
que su construcción se basa en la Tabiyya, (mezcla de arcilla, arena,
cal y piedra pequeñas, que entre los expertos se conoce como “tapial”)
procedimiento más barato que las obras de sillares. Y, es que tratándose de
fortaleza militar para acuartelamiento de tropas, pues ya sabes, la economía,
que, en todo tiempo, ha tenido su
importancia.
Su
historia es larga..., y no hay historia larga, que no tenga su aquel, aquí
–allá, por 1189- se fija, ni más ni menos, que el nacimiento del rey leonés,
Fernando III, que luego se conoció como “el Santo”, y que se trajo la frontera
de Reconquista hasta el Valle del Guadalquivir, y río abajo se acopió de cuanto
pudo.
Dedican
ermita a la Virgen de la Encina y a Jesús del Camino...
Y,
hay más. De historias, papeles, guerras y luchas, disputas entre la mitra de
Toledo, ¡cómo no! y la Orden de Santiago, y de los Condes de Iranzo con la de Calatrava…
He
tenido a bien contarte todo esto por si te sirve de algo. Lo leo en una guía,
sentado, en Guarromán, a pie de autovía, en un alto en el camino. Un café
cortado y unos ‘alemanes’: hojaldre y crema. Créeme: exquisitos. Casi siempre
que paso, paro; hoy, también.
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