Anoche, - ya se había recogido el último mirlo noctámbulo –
puse como música de fondo, un rato, a Schubert… A uno a veces se le ocurren
cosas raras, muy raras. Miré al cielo, apuntaban las primeras estrellas. El
cielo estaba limpio, de turquesa pasó a azul; de azul a azul oscuro y, luego…
Luego era ya una alfombra punteada con fondo negro.
Pensé en el amigo que las ha pasado muy mal. Primero horas
largas – en las que no anda el reloj – en la puerta de la Unidad de Cuidados
Intensivos; después, la esperanza del informe médico, la noticia que no
confirme, la vida que se abre, los porqués que no tienen respuesta.
Ha pasado un coche por la carretera con una música de
pastillón a todo volumen. Contaminan. Eso es, también, contaminar. Ahoga a
Schubert pero no me ahoga los pensamientos de cariño hacia quienes lo han
pasado tan mal con una pesadilla no merecida.
Con noche cerrada la luna, en cuarto creciente, apareció en
su camino particular: desde Los Lagares, cruzó por Las Lomas, y Virote y el
río, pero como va tan alta y el río con tan poca agua, se han ignorado, ambos
dos. Por los cerros de Mariano ‘el Polo’
se perdió por detrás de la sierra. Otros hombres la esperarán, también, en su
soledad y en sus preocupaciones.
La noche está en calma. Dentro de un rato, las lechuzas
buscarán en los palomares; escucho el silbo de los búhos. Planean ya sobre las
huertas; los mochuelos, en la falda del
Hacho ya tendrán repartidos sus quehaceres: “tú para la parte de la Isla; tú,
por la Cuesta de Río; tú, por la Miguela y el Baece; tú por el Peñón del Lirio;
Tú al Morquecho…” “Tú, - cuando el mochuelo, viejo que asignaba tareas, según
contaba Juanito Rivas, lo vio - Tú: al algarrobo del cebollino”.
Me sonrío. Tengo un recuerdo para Juanito que ya hace mucho
tiempo que falta a los tintos de la Peña y para Fernando, y para Diego y…, y,
ahora, sigo pensando en los días de angustia que han pasado mis amigos y en los
porqués sin respuesta.
Amigo Pepe, cada día te superas. Siempre un placer leerte. Saludos.
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