2 de septiembre, lunes. ¿Dónde quedan las pequeñas cosas? ¿Tus gustos difíciles, tu eterna afición por las amapolas, tu álbum de flores secas, tu colección de coches de época? ¿Dónde quedan Jacques, aquellos crepúsculos de arreboles encendidos sobre el Monte Redondo que nosotros contemplábamos desde tu terraza, con el río olfateando azahares en tardes de primavera?
Pocos pueblos han tenido la suerte que nosotros tuvimos contigo. Llevaste Álora desde Seatle, en EE. UU. a tu Pau, en la Nueva Aquitania, en el Bearn francés. En tus lienzos iban la blancura de nuestras casas -porque tú eras y sigues siendo de los nuestros- las buganvillas ahítas de color, los crepúsculos interminables, la luz de tus paisajes de enorme ternura, las casas viejas desvencijadas, los aperos olvidados. Era la luz que buscabas para tus caserones antiguos que luchaban contra el tiempo, para los tejados vencidos por las lluvias, para las pitas del camino, para las barcas varadas en las playas donde había florecillas violetas, amarilla, naranjas…
Una
llamada de Rafael me avisaba.
-
“Jacques, quiere verte”
Y
yo bajaba y me sentaba junto ti y con una sencillez enorme me decías:
- ‘Es que voy a exponer y quiero que me hagas
la literatura del catálogo’.
Y
me venía la duda ¿estaré a la altura? Y me dabas participación y me abrías una
puerta enorme…
Me amparo en el recuerdo. Era mediados de agosto de hace más de treinta años. Tu primo nos llevó una mañana a Lourdes; otro día, subimos al castillo de Enrique IV, el que convincente de su fe, se cambió “porque París bien vale una misa”, dijo. Tiempos de guerras de religión entre hugonotes y católicos. Hablamos de educación comparada –de lo que tu primo sabía mucho- y nos fuimos a comer foi y magret a un restaurante precioso, coqueto, pequeñito, junto a la orilla del Gave. Aquella tarde hablamos mucho, mucho, de tu pintura, de las casas caídas en los campos andaluces, de las ermitas que habías recuperado para llevarlas al lienzo, de tu generosidad, para tus amigos y para todos los que se aceraban al “francés de los Callejones”…
Como otras veces me refugio en la música amiga.
Recuerdos. Más recuerdos. Noches largas, ya clausurada la Semana de Cultura
Andaluza, con Salvador Rodríguez Becerra y Pepe Rosas, ‘suelto’, como
cuando él se encontraba a gusto. ‘Hugo’ ladraba a las sombras. Casi
llegaba la mañana y tocaba con sus nudillos en tu ventana. Ahora, otra mañana, la música de Grieg - Peer Gynt-
deja notas de dulzura y nostalgia. Jacques, querido Jacques…
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