lunes, 16 de septiembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y, ahora, Olivenza

 

 

 

                      


16 de septiembre, lunes. Los españoles estamos condenados a tener una mala relación con nuestros vecinos: Francia, Marruecos, Reino Unido o Portugal. Guerras, desencuentros, hostilidades, fronteras sembradas de castillos… Algo así como un chino permanente en el zapato para tener un incordio constante.

Con Francia, mal rollo – si te peleas siempre lo haces con el vecino más cercano -. El Rosellón y a la Cerdaña, tierras de litigio hasta la Guerra de los Treinta Años. Por cierto, en Coliure, pequeña población del Rosellón donde está enterrado don Antonio Machado (‘le cubre el polvo de un país vecino’), se habla el catalán mas puro.

Por el tratado de los Pirineos, de 1659 España cedió a Francia todas las ciudades al norte de los Pirineos. Llivía era una villa. Se quedaba fuera de lo acordado; sigue siendo española – según algunos, también catalana y gerundense, cuestión de gustos – en territorio francés.

Marruecos reivindica Ceuta y Melilla. Son dos ciudades del norte de África. Nadie lo pone duda. Anteriores a la existencia de Marruecos, también. Ceuta, incluso un tiempo fue portuguesa. El rey don Sebastián murió en la batalla de Alcazarquivir. 

Hace tiempo teníamos información de Gibraltar porque de allí venía el café y el tabaco de contrabando y porque el ministro de Asuntos Exteriores reivindicaba en la ONU la españolidad del Peñón. Gibraltar – “Peña de Tarik” – invasor de la Península Ibérica en el 711, está en manos inglesas desde el final de la Guerra de Sucesión, en 1713. 

España y Portugal tienen frontera común de Norte a Sur. Unas veces son los ríos Duero – decía Saramago que bajo el puente de Miranda do Douro, los peces unas veces están en España y otra en Portugal – y el Guadiana; otras, montes – muy pocos – o con líneas convencionales. Se conoce como “la Raya”. (Digo yo, que gran ocasión perdida para haber creado una unión de los Pueblos Ibéricos. Otro gallo nos cantaría en Europa).

Olivenza fue castellana hasta el Tratado de Alcañices, 1297 en que se trasfiere a Portugal por la Corona de Castilla. En 1801, en la Guerra de las Naranjas, la ocupa España de facto y por el Tratado de Badajoz, española de iure. De lo acorado en el Tratado de Viena no hablamos.

Ahora, un ministro portugués, la reclama. El folclore – saber del pueblo – lo dice en la copla: “Las muchachas de Olivenza / no son como las demás / son hijas de España / y nietas de Portugal”. Un chino, como decía antes, en el zapato.

 

 

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