lunes, 30 de septiembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿A Dios se le fue la mano?

 

                  


Riada, río Guadalhorce. 28 de septiembre 2012

 

30 de septiembre, lunes. Era esa hora en que los pájaros cantan y anuncian un nuevo día; era esa hora en que el sol despunta por los Lagares y anuncia vida; era esa hora… Aquella mañana - acaban de cumplirse doce años - el río ni traía cantos de pájaros ni un sol nuevo apuntaba, ni… El río - como los ríos de Federico - traía llanto -demasiado llanto.

Me pregunto, ¿a Dios se le fue la mano? Un despiste lo puede tener cualquiera. Se dejó el grifo abierto, a veces, pasa, y como quien no quiere la cosa desde El Torcal bajaron, dicen que doscientos y picos litros de agua caídos en un suspiro y cuando se juntan muchos –todos- todos los suspiros… A eso se le llama llanto. 

Y se anunció, a modo de muerte, un cuerpo de mujer, en la Isla Hermosa, que dejó de serlo, arrebatada de los brazos de su propio hijo. “Mirad vosotros que pasáis por el camino –ponía el profeta en labios de María, en este caso, en los de su hijo- si hay dolor semejante a mi dolor. No puede haberlo. Día de muerte y llanto. Día de luto y palabras de silencio porque también hablan los silencios.

Rabia, mucha rabia contenida. Demasiadas preguntas sin respuestas. Demasiadas responsabilidades soslayadas. ¿Dónde se habían metido quienes tenían la responsabilidad de mantener limpios cauces y arroyos?  ¿Estaba obviada  esa responsabilidad por desidia y falta de presupuestos? 

El río - el Guadalhorce - mi río de niño, mi vecino de cada día, mi río que arranca Alazores arriba y se viene por el Trabuco, el Rosario, Archidona, Antequera, la de espadañas y torres de iglesias,  el de Álora la bien cercada, el que se abre camino, entre limoneros verdes y casitas blancas camino de la mar…esta mañana no era mi río.

 Mi río, les decía, hizo mejores, ¡y mira que son buenos los versos de Jorge Manrique! aquello de nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir. Mi río se vistió de ruina y llanto. Mi río se tiñó de ocre y de aguas malolientes que arrasaron todo lo que había en sus orillas.  Sin conocer a nadie. ¡Tanto cómo te quería…!

¿A Dios se le fue la mano? Un despiste lo tiene cualquiera. ¿Qué no me creen? Véngase un día cualquiera y lloren. Dicen que eso es hasta bueno. Ahora, parece que, otra vez, tenemos el llanto encima pero, ahora, por carencia…

 

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