9 de septiembre, lunes. Los suizos
son especiales. Suiza es un pequeño país en el corazón de los Alpes que ha sabido
sobrevivir entre gigantes próximos: Austria, Alemania, Francia, Hungría o esa amalgama
variopinta y colorista que es Italia.
Suiza ha vivido de su
tecnología intelectual para apropiarse del dinero del mundo donde dicen que lo
guardan los grandes magnates en sus bancos bajo un secretismo de tal calibre
que ni ellos mismos lo saben.
Ha sabido vivir también de una
industria de precisión y calidad. Decían que nada hay más perfecto que un reloj
suizo hasta que, llegaron otras tecnologías desde un país lejano, Japón, que
los desbancó y ocupó parte de sus puestos en el mercado. Aparecieron otros
modos de fabricar y la perfección de la pieza se sustituyó por una pila que
hace andar la maquinaria sin tener que darle cuerda todas las noches.
Suiza se divide en cantones.
Eso no importa. Da igual. En Suiza conviven gentes con sello alemán, con sello francés
y con sello italiano. Y, además, entre todos hacen que el país funciones
extraordinariamente bien. Como no aportan la suficiente fuerza como para
sobrevivir entre ellos solos, han acogido a cantidad de emigrantes. Unos como
mano de obra; otros, aportando su inteligencia. Han sabido hacerlo de tal
manera que casi es imposible que puedan alcanzar la nacionalidad suiza si no se
ha nacido allí.
Los suizos, dicen, que son minuciosamente
democráticos hasta el punto que convocan un referéndum cada dos por tres y a
veces, - es una exageración – para precisar a partir de qué hora uno tiene que estar
ya en la cama por la noche porque al día siguiente hay que rendir.
He leído por ahí que en Suiza
no se puede hacer la limpieza doméstica ni poner las lavadoras los domingos y los
días de fiesta por dos razones. Son días de descanso y el descanso es sagrado y
porque se puede molestar a los vecinos.
Cuando uno lee esas cosas piensan
en la invasión patinetes por las aceras de las ciudades -ahora también por la
carreteras- en los bares abiertos con terrazas que invaden las aceras hasta
esas horas de la madrugada en la que ya están recogidas hasta las estrellas.
Botellones, tubos de escapes libre en las motos, coches a todo pastilla que
luego tiene que frenar con el correspondiente chirriamiento de frenos mientras sale
una música estridente por la ventanillas. ¡Cuánto tenemos que aprender!
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