7 de septiembre, sábado.
Navego por el archivo. Me aparece algo publicado hace un puñado de años (18 de
abril, 2017)
Digo: me llamó Antonio. “Me he
acordado de ti…”: “Ahí va lo de Alcántara. En recuerdo de aquel día, los tres –
él, tú y yo – en el María…. Un
abrazo, mi amigo”. Pregunté si podía
publicarlo y me dijo que sí:
“Alcántara
se nos fue.
Rota la
pluma, se seca
en la
orilla del papel.
Ay,
Rincón de la Victoria,
ya eres
rincón derrotado
por un
silencio de Gólgota,
que
Manolo –qué ancha luz-
se nos
fue por estos días
que
terminan en la cruz…
El mar
azul, bajo el cielo,
es la
pena exagerada
de un
derramado tintero.
¡Escribid,
barcos veleros,
que
Alcántara se nos fue,
ay qué
dolor, Dios adentro…!
¿Que lo
mejor del recuerdo
es el
olvido, Manuel?
Pues yo
te pienso y te pienso,
y
pensándote se asoman,
no sé
por dónde, los versos…
Ahora
tienes la ocasión
de
pedirle a Dios, a solas,
que te
dé una explicación.
El mar
azul, bajo el cielo,
es la
pena exagerada
de un
derramado tintero.
¡Escribid,
barcos veleros,
que
Alcántara se nos fue,
ay qué
dolor, Dios adentro…!
¿Que lo
mejor del recuerdo
es el
olvido, Manuel?
Pues yo
te pienso y te pienso,
y
pensándote se asoman,
no sé
por dónde, los versos…
Ahora
tienes la ocasión
de
pedirle a Dios, a solas,
que te
dé una explicación. Alcántara sobre un río
por
donde pasan de un lado
a otro
preguntas de un niño.
Ante tu
cuerpo presente,
se ha
vestido con un luto
de once
sílabas la muerte.
Se nos
quedó en aquel bar
un dry
gin, un cigarrillo
y, al
punto, una soleá.
¿Sigues
aún en tus trece
de que
si la muerte acaba
a ti
que no te despierten?
Mar de
Málaga, ábrete,
que te
está pidiendo sitio
el
silencio de Manuel…
Málaga
en el corazón,
en la
pluma, en la esperanza,
y
también en el dolor.
Que
bien sabía el poeta
que lo
que se quiere duele
como
herida siempre abierta.
Se nos
fue Manuel Alcántara
y los
jazmines no aciertan
a
clavarse en las biznagas.
Jazmines
por calle Larios…
Cuántas
palomas prendidas
–blancas-,
quietas, en la mano…
Un
concurso de sirenas
y
delfines en El Carmen,
y tú
pisando la arena…
Un
verano sin guerra, aquel verano.
Y a ti,
niño, qué suerte, ¿lo recuerdas?,
tu
padre te llevaba de la mano.
Allá arriba,
en el cielo, como un cine,
el azul
se estrellaba de misterios.
Tú
estudiabas segundo de jazmines…
Y vas
por el Jueves Santo
buscando,
como otro Cristo,
la
última cruz de tus pasos.
Y
ahora, allí, a solas con Dios…
Manuel,
lo que yo daría
por esa
conversación…
Alcántara,
tú no has muerto,
vives,
porque, uno a uno,
nos
colgaremos tus versos
en la
voz, y sonarás,
como
sonabas, maestro”.
Por esas cosas raras que a uno
le brotan por dentro he sentido la necesidad de compartirlo como homenaje a los
dos maestros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario