miércoles, 4 de septiembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Laura




4 de septiembre, miércoles. Era de estatura superior a las mujeres de su tiempo. Ligera de carnes y enjuta. De caminar seguro y paso firme; flexible como un junco y con la dureza de los aceros bien templados. Hablaba con dulzura y su voz siempre se acompasaba con de un acompañamiento de manos entrelazadas.

Llegó, a Álora, la Srta Laura –Laura Aguirre- cuando acababa la década de los cuarenta del siglo pasado. En aquellos albores de la mediación de siglo, se destilaba necesidad y muchas –demasiadas- carencias. Gente de luto y, vacío en el alma y en los estómagos; frío por fuera y, por dentro.

Vino cuando otros casi se iban y vino a darse: “de balde y con todo lo nuestro” en palabra de San Manuel González. Peregrinaron –ella y sus niñas-  por distintos lugares: calle de Atrás, convento de Flores, Plaza Baja (que aún no era de la Despedía), carretera de Los Llanos…

Algunos de esos lugares hoy no pasarían ni la más mínima inspección de habitabilidad. Carecían de todo lo material, cristales rotos, ventanas que azotaba el viento en las noches de invierno, sin servicios ni agua, poca luz y paredes desvencijadas, humedades y goteras, sin…

Allí faltaba de todo, menos lo principal: cariño, mucho cariño, muchísimo cariño hacia un grupo de niñas que lo necesitaban más que las demás. Lo demandaban, a voces, a una sociedad que tampoco podía dárselo, pero por aquello de que la Providencia tiene cosas así, pues hace que su barca quedase varada donde el Guadalhorce casi ni lleva agua.

Se le unen otras colaboradoras. En principio viven casi (o sin el casi) de la generosidad de otros a los que tampoco les sobraba. Eso tiene un nombre, duro, pero real: caridad. Después, las cosas, las generaciones, la manera de enfocar la solución cambian y se adaptan a los tiempos…

Con su muerte la labor sigue con sus continuadoras, después… pues eso. Nuevos enfoques, nuevos tiempos, la desaparición. Por sus manos pasaron generaciones de niñas, por Álora aún pervive el recuerdo de gratitud, hacia quien pudiendo tenerlo todo, lo dio –no es el sitio para una biografía- a cambio del Amor (con mayúscula) a Dios y a sus niñas.

Esta tarde, en la parroquia de la Encarnación donde reposan sus restos, el Obispo de Málaga, Jesús Catalá Ibáñez, abre el inicio de la Etapa Diocesana del proceso de Beatificación de la Sierva de Dios. Su lema fue “Providencia y Caridad”. De ambas cosas se necesitan en la sociedad que vivimos. No estaría de más que la Señorita Laura Aguirre echase una mano… (O las dos).


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