jueves, 26 de septiembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Vetones

 

                               


 Poblado de El Raso. Candeleda (Ávila)


26 de septiembre, jueves. Desde la ladera de Gredos se ve, abajo, el Tiétar remansado en el pantano de Rosarito. Campos verdes de tabaco, tomates, maíz y pimentón; al otro lado, el Campo de Arañuelo, Oropesa y Navalmoral de la Manta entre la niebla. En la lejanía, se intuye, pero no se ve, Mirabete…

Entre los pueblos prerromanos que habitaron la Península Ibérica, los vetones, vivieron entre el siglo IV y al I. de C., al Sur de Gredos; la cordillera los escindió en dos: unos donde el clima, más benigno, al sur; otros, en la parte septentrional. Limitaron con los galaicos y astures por el norte; al este, con carpetanos y vacceos; por el sur, con oretanos y túrdulos; por poniente con los lusitanos que eran tan pobres como ellos. (En el Guijo de Santa Bárbara dicen que allí nació Viriato al que le quitan su carácter lusitano… Bueno, si ellos lo dicen…)

El castro del Raso, cercano a Candeleda da información de quienes eran.  Su agricultura, escasa. Vivían de la ganadería de la cabra, del pillaje, del robo y vandalismo sobre pueblos vecinos, más ricos. La Bética su punto de mira. Acudían arrasándolos hasta que a Roma se le hincharon las narices y fue a por ellos, en el siglo III en las Guerras Ibéricas. Los sobrevivientes escalaron la cordillera y buscaron refugio en el poblado de Freillo, cumbres arriba.

El Raso, cercano a garganta de Alardos pudo albergar una población muy numerosa quizá cercana al millar de personas. En el siglo III se expande por Iberia en una zona posiblemente de paz, un elemento perturbador: romanos y cartaginesas se disputan el territorio. Se  dice que Aníbal pudo llegar hasta Salamanca reclutando soldados para luchar contra Roma.

Los vetones tuvieron dos elementos distintivos de su identidad: toros y verracos, tallados en piedra. Han llegado hasta nosotros, entre otros, los Toros de Guisando en El Tiemblo y el Verraco de la Virgen en Gotarrendura…

Con los lusitanos, eran los pueblos más pobres de la Península. La naturaleza fue cicatera con ellos. Llevaron una vida dura y sacrificada. Si había una sequía y no prosperaban las cosechas y podían morir, literalmente, de hambre.

Vivían en chozas de dos habitaciones, cercadas por una muralla. Hacían la vida en la cocina. Se sentaban en un muro corrido para comer. Sus ‘vajillas’, de barro. Los vestigios hallados: azadas, arados, hebillas de cinturones, espadas, hablan de su pobreza. Adoraban al dios Vaelico y a Cosus, dios que representa la guerra, la virilidad y el tiempo…

 

 

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