viernes, 27 de septiembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Está de moda

 

                              



27 de septiembre, viernes. Aquella ciudad fenicia fundada como colonia a orillas de la mar azul, un montón de siglos después, está de moda. En un tiempo vinieron de tierras lejanas a buscar sus productos; ahora, el reclamo es el buen clima, el buen comer y el agrado de la gente.

Dicen los papeles viejos que se pueden acumular tres mil años de historia, año más o año menos, como nos solía repetir, cada vez que había ocasión, el añorado y querido maestro Alcántara.

Después vino Roma y como se suele decir “algo tiene el agua cuando la bendicen” y se asentaron aquí. Dejaron un teatro, un montón de ruinas esparcidas que afloran cuando entra la reja del arado o cuando una obra con cierta profundidad hace que los cascotes vuelvan a salir a la luz del sol. Quintas romanas en el campo, tumbas donde buscaron para sus cuerpos el reposo eterno, y la Lex Flavia Malacitana de la que se habla muy poco.

Los árabes encontraron en esta tierra un acomodo extraordinario. A cambio nos dejaron costumbres, vocabulario, modo de entender la vida y ese no sé sabe qué pero que nos hace que sepamos apreciar el olor de los jazmines las noches de verano… La Alcazaba – fortaleza y palacio – era algo así como la biznaga que es “más que una flor y menos que una estrella” y ella, la alcazaba, ese lugar idóneo para ver en las tardes limpias de verano, los veleros en la bahía y al otro lado del mar, la cordillera del Atlas.

Tras la toma de la ciudad por la Corona de Castilla vinieron tiempos duros. En ocasiones represión y guerras. Dolor, salida de los moriscos que no querían la imposición de religión y lengua y luego, la expulsión.

Durante el barroco en Málaga comenzaron a tomar cuerpo algunas construcciones. La más esplendorosa, la catedral de la Encarnación. Por cierto, ahora van a reparar su techumbre y todavía no ha habido tiempo para terminar sus torres. En Málaga, dicen que somos así. “madre para todos y madrastra para mí”.

El siglo XX tuvo muchas sombras. Un crecimiento anárquico, un desarrollismo desaforado. Crecía y crecía en la mediocritud de una ciudad de provincias olvidada. Se destruyeron barrios enteros y aparecieron bodrios de construcciones que ahogan a sus moradores sin parques, sin aparcamientos…

Ahora en XXI, la cosa parece que se ha disparado – el Guadalmedina es la cicatriz con muchas palabras y pocas soluciones – y la afluencia de gente de fuera ha llegado a tal grado de voracidad que los malagueños parecemos gente rara en el por calle Larios. Podemos morir de éxito, podemos caer en la peor de las ignominias como es el perder la identidad… ¡”Cosas veredes, amigo Sancho”!

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