martes, 3 de septiembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Segorbe

 

 

                                   



3 de septiembre, martes. Dice el hombre del tiempo que la tronada como dicen en aquellas tierras se ha apoderado de la Cordillera Ibérica. Las riadas han inundado pueblos que solo aparecen en el mapa; Otros, no. Otros si están.

Cuando yo estuve en Segorde -por cierto, la ciudad ideal porque tiene obispo, que no reside allí, y no tiene gobernador civil – el tiempo me dejó moverme a mi antojo.

El GPS que es muy útil en ciertos momentos me mandaba por calles que no estaban rotuladas en las esquinas y, eso, que me perdí. Todo tuvo arreglo al final. Una cuadrilla de albañiles tomaba el bocadillo mañanero sentados en la acera. Fueron mi guía certera.

Tienen una fiesta de toros y caballos. (Ahora por mor del tiempo andan a salto de matas con suspensiones). Algo único. En la oficina de Turismo vi un magnífico reportaje hecho con medios, buen gusto y profesionalidad. La gente lo llama ‘Entrada de toros y caballos’. Nunca había visto nada igual.

Los toros pastan en las riberas del Palancia. Los traen a la ciudad. Los corren por las calles, pero sin empalizadas que protejan a los espectadores que se agolpan a ambos lados. Están arropados por caballista. La nobleza del animal astado, la presteza del caballo y la habilidad del jinete… todo un espectáculo. La gente abre calle. Llegan a la plaza. “Aquí me dijeron, no matamos el toro”.

Subí por la calle de San Cristóbal. Verás. Una manera de rizar el rizo. Te cuento. Placa en su sitio. Reza así: “Calle de San Cristóbal. Antigua C/ Trinidad después llamada Cuesta de la Seo, denominada por el vulgo Rocha de la Catedral”. Tal cual. Solo que ellos lo tienen sobre cerámica y todo en mayúsculas.

Junto a la estatua levantada como monumento al obispo Luis Amigó y Ferrer una pareja de mozalbetes – probablemente desconozcan que están sentado a la sombra de un hombre que sintió gran preocupación por los jóvenes y por los encarcelados - se fumaba un canuto. Tenían pinta de haberse tomado el tiempo por suyo. “La libertad Sancho – dijo Cervantes – es el don más preciado que tienen los hombres”.

Dedican la catedral la Asunción. Visité su claustro y hablé un rato largo con una persona amable que me vendió la entrada. Me fui donde el Museo de Aceite y compré uno hecho con la variedad autóctona de la Sierra de Espadán.

Dejé la ciudad. Camino adelante busqué la tierra cercana a Teruel…


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