3 de septiembre, martes. Dice el
hombre del tiempo que la tronada como dicen en aquellas tierras se ha apoderado
de la Cordillera Ibérica. Las riadas han inundado pueblos que solo aparecen en
el mapa; Otros, no. Otros si están.
Cuando
yo estuve en Segorde -por cierto, la ciudad ideal porque tiene obispo, que no reside
allí, y no tiene gobernador civil – el tiempo me dejó moverme a mi antojo.
El GPS
que es muy útil en ciertos momentos me mandaba por calles que no estaban
rotuladas en las esquinas y, eso, que me perdí. Todo tuvo arreglo al final. Una
cuadrilla de albañiles tomaba el bocadillo mañanero sentados en la acera.
Fueron mi guía certera.
Tienen
una fiesta de toros y caballos. (Ahora por mor del tiempo andan a salto de
matas con suspensiones). Algo único. En la oficina de Turismo vi un magnífico
reportaje hecho con medios, buen gusto y profesionalidad. La gente lo llama
‘Entrada de toros y caballos’. Nunca había visto nada igual.
Los
toros pastan en las riberas del Palancia. Los traen a la ciudad. Los corren por
las calles, pero sin empalizadas que protejan a los espectadores que se agolpan
a ambos lados. Están arropados por caballista. La nobleza del animal astado, la
presteza del caballo y la habilidad del jinete… todo un espectáculo. La gente
abre calle. Llegan a la plaza. “Aquí me dijeron, no matamos el toro”.
Subí
por la calle de San Cristóbal. Verás. Una manera de rizar el rizo. Te cuento.
Placa en su sitio. Reza así: “Calle de San Cristóbal. Antigua C/ Trinidad
después llamada Cuesta de la Seo, denominada por el vulgo Rocha de la
Catedral”. Tal cual. Solo que ellos lo tienen sobre cerámica y todo en
mayúsculas.
Junto a
la estatua levantada como monumento al obispo Luis Amigó y Ferrer una pareja de
mozalbetes – probablemente desconozcan que están sentado a la sombra de un
hombre que sintió gran preocupación por los jóvenes y por los encarcelados - se
fumaba un canuto. Tenían pinta de haberse tomado el tiempo por suyo. “La
libertad Sancho – dijo Cervantes – es el don más preciado que tienen los
hombres”.
Dedican
la catedral la Asunción. Visité su claustro y hablé un rato largo con una
persona amable que me vendió la entrada. Me fui donde el Museo de Aceite y
compré uno hecho con la variedad autóctona de la Sierra de Espadán.
Dejé la
ciudad. Camino adelante busqué la tierra cercana a Teruel…
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