25 de septiembre, miércoles. Álora
es un pueblo con una orografía complicada. Apenas cuenta con calles llanas. O suben
o bajan según quiera el viandante entenderlo. La calle Algarrobo tiene una
cuesta en su entronque con Carmona, desde casi donde arranca Cantarranas, por
la derecha; al desembocar en Benito Suárez, llana. Es una calle peculiar por su
longitud, por su configuración geográfica y por la originalidad de tener una
hornacina para culto público.
La calle Algarrobo es una calle
larga paralela al eje vertebrador de la calle de la Parra; a un lado, conforme
se baja hacia la Plaza Baja de la Despedía que fue el reducto ciudadano más
importante durante el siglo XVI; al otro, la de “Atrás”. Lo dice todo.
Está acerada en su parte
derecha, conforme se desciende. La acera izquierda es la trasera de las casas
de la calle de la Parra. Solo en su parte final, antes de recibir a la calle
Zapata cuenta con algunas viviendas.
En la mediación una hornacina
recuerda otro tiempo. Nacieron con un doble sentido. Sacar las manifestaciones
religiosas a la vista de todos y alumbrar en la oscuridad a transeuntes por las
noches. El Concilio de Trento celebrado en varias sesiones a partir de 1545 fue
una respuesta a la Reforma protestante. Es uno de los concilios con mucha
trascendencia en la Historia de la Iglesia.
En asuntos de Dogma tuvo una
importancia crucial; en el tema de costumbres se implantaron las
manifestaciones públicas de fe. En España se incrementaron las procesiones de
Semana Santa. Ya existían de manera ininterrumpida, desde el siglo XV. Se cree
que las más antiguas datan en Medina del Campo, de 1441. Se reconoce que venían desde la celebración,
en el 325 del Concilio de Nicea.
En las calles se ubicaron
hornacinas – algunas solo tenían una cruz – en la calle Ancha, (la Joyanca),
calle Zapata, calle de Atrás, Camino Nuevo y en la calle Algarrobo que tenía y
tiene un Cristo Crucificado (que en el pueblo se conocía como el Cristo de
Isabel Vera por ser la propietaria de la casa donde se acoge en su fachada.
Tenían, además de ser lugar
para fomentar la oración y devoción del transeúnte, un sentido urbano. Durante
la noche una mariposa o una vela – no había alumbrado público- daba una posible
orientación a quien osaba transitar por la oscuridad de la calle. El peligro de
robo o incluso de muerte era algo real.
Ahora, el progreso (alarma conectada
con una central y con la policía..) y la tradición se dan la mano… ¡Cosas!
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