lunes, 30 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿A Dios se le fue la mano?
Riada, río Guadalhorce. 28 de septiembre 2012
30 de septiembre, lunes. Era esa hora en que los pájaros cantan y anuncian un nuevo día; era esa hora en que el sol despunta por los Lagares y anuncia vida; era esa hora… Aquella mañana - acaban de cumplirse doce años - el río ni traía cantos de pájaros ni un sol nuevo apuntaba, ni… El río - como los ríos de Federico - traía llanto -demasiado llanto.
Me pregunto, ¿a Dios se le fue la mano? Un despiste lo puede tener cualquiera. Se dejó el grifo abierto, a veces, pasa, y como quien no quiere la cosa desde El Torcal bajaron, dicen que doscientos y picos litros de agua caídos en un suspiro y cuando se juntan muchos –todos- todos los suspiros… A eso se le llama llanto.
Y se anunció, a modo de muerte, un cuerpo de mujer, en la Isla Hermosa, que dejó de serlo, arrebatada de los brazos de su propio hijo. “Mirad vosotros que pasáis por el camino –ponía el profeta en labios de María, en este caso, en los de su hijo- si hay dolor semejante a mi dolor. No puede haberlo. Día de muerte y llanto. Día de luto y palabras de silencio porque también hablan los silencios.
Rabia, mucha rabia contenida. Demasiadas preguntas sin respuestas. Demasiadas responsabilidades soslayadas. ¿Dónde se habían metido quienes tenían la responsabilidad de mantener limpios cauces y arroyos? ¿Estaba obviada esa responsabilidad por desidia y falta de presupuestos?
El río - el Guadalhorce - mi río de niño, mi vecino de cada día, mi río que arranca Alazores arriba y se viene por el Trabuco, el Rosario, Archidona, Antequera, la de espadañas y torres de iglesias, el de Álora la bien cercada, el que se abre camino, entre limoneros verdes y casitas blancas camino de la mar…esta mañana no era mi río.
Mi río, les decía, hizo mejores, ¡y mira que son buenos los versos de Jorge Manrique! aquello de nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir. Mi río se vistió de ruina y llanto. Mi río se tiñó de ocre y de aguas malolientes que arrasaron todo lo que había en sus orillas. Sin conocer a nadie. ¡Tanto cómo te quería…!
¿A Dios se le fue la mano? Un
despiste lo tiene cualquiera. ¿Qué no me creen? Véngase un día cualquiera y
lloren. Dicen que eso es hasta bueno. Ahora, parece que, otra vez, tenemos el
llanto encima pero, ahora, por carencia…
domingo, 29 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La voz de alguien
29 de septiembre, domingo. Mañana
soleada y fresca. Hace unos días que ha entrado el otoño. Ha cambiado el tiempo
y refresca de madrugada. El meteorológico de estaciones; el otro de guerras,
odios, sinsabores, desencuentros y todo eso y más, sigue lo mismo que ayer.
Estoy sentado delante de la
página en blanco. Suena el teléfono. Es Lorenzo Orellana. Se interesa por la
salud. Me pregunta si conozco la carta del Papa Francisco sobre la importancia
de la literatura en la vida de los hombres. (Carta del Santo Padre Francisco sobre el
papel de la literatura en la formación, 04,08, 2024). Le digo
que no; me da el enlace… Es una carta escrita en un lenguaje directo. Tiene 40
puntos.
Recuerdo cuando él,
precisamente él, nos llevó de la mano a la literatura de Michel Quoist, en
aquellas Oraciones para rezar por la calle. Ahora me lleva a una carta
donde ese hombre vestido de blanco puntualiza sobre muchas cosas que no por
conocidas las llevamos a la práctica.
La carta del Papa es sencilla,
clara como el agua clara, diáfana que no por repetir las cosas dejan de ser
menos importantes ni por ser conocidas siempre las tenemos al alcance de la
mano. Al contrario, la mayoría de las veces, nos entretenemos con las
florecillas del camino sin valorar que en el fondo es donde está verdaderamente
el jardín.
Habla el Papa de la soledad,
del vacío de horas muertas, de la incomunicación que, a veces, circula entre
nosotros, y recomienda el profundizar en la literatura porque en el fondo vamos
a llegar al corazón de otros hombres e incluso al nuestro propio.
Cita el Papa a René Latourelle: «La literatura [...]
surge de la persona en lo que ésta tiene de más irreductible, en su misterio
[...]. Es la vida, que toma conciencia de sí misma cuando alcanza la plenitud
de la expresión, apelando a todos los recursos del lenguaje»
Obviamente, en trescientas palabras es imposible
resumir la carta. Me viene a la mente aquel pensamiento del viejo pescador
acosado por la fatiga y los tiburones que echaba de menos al muchacho cuando
navegaba hacia el puerto de La Habana “si estuviera aquí el muchacho…
Esta mañana ha estado, una vez, más, sin el
proponérselo y sin siquiera saberlo. Loado seas mi Señor porque te vales de las
cosas en las que algunas veces no caemos los hombres y pones a gente así que
nos sale al encuentro en un recodo del camino.
sábado, 28 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pincelada blanca
28 de septiembre, sábado. Desde la lejanía, el Valle de Abdalajís es impoluto. Recostado al pie de la mole de piedra caliza. Gris, la piedra; blanco, el pueblo. Hay dos formas de mirar a los pueblos. A saber: desde dentro paseando sus calles, y desde enfrente. Al final serán un todo distinto a la primera impresión.
Entra por el viejo puente de hierro sobre el arroyo de las Piedras. Se construyó en la segunda década del XX para salvar el cauce y para dar ocupación en un tiempo en que el trabajo escaseaba casi tanto como el pan.
Unos faroles de corte modernista aportan sensibilidad y buen gusto. Por debajo corre el agua, - cuando el tiempo lo permie - limpia y clara, sobre los cantos, como grandes panes, redondeados por la erosión y a la espera de un horno que no llegará nunca.
Veneran al Cristo de la Sierra, a San Lorenzo y a Madre Petra -que va camino de los altares- algo lento, eso sí, por lo del dinero que se precisa para estas cosas y, mueve el papeleo..., ya sabes. Fundó casa para acoger a los viejos a los que no quería nadie. Y les dio cobijo y cariño.
Junto a los lavaderos, cuando yo, me encontré con un pastor que por un casual bajaba de la sierra y le pregunté por el arroyo del enfrente.
- El arroyo del Búho.
Y
de corrido, el hombre siguió hablando y me dijo que se conoce, también, por el
arroyo de ‘Pedro López’, por un cortijo que hay allí, “por debajo de las peñas
aquellas” - me señaló - ¿lo conoce usted?, y la casa que hay un poco más arriba
‘Santaella’ y, la otra, de Juan Martín, y la que “asoma por cima de los olivos
es la mía y de usted, ¿sabe?”
-
Muchas gracias.
viernes, 27 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Está de moda
27 de septiembre, viernes. Aquella
ciudad fenicia fundada como colonia a orillas de la mar azul, un montón de
siglos después, está de moda. En un tiempo vinieron de tierras lejanas a buscar
sus productos; ahora, el reclamo es el buen clima, el buen comer y el agrado de
la gente.
Dicen los papeles viejos que se
pueden acumular tres mil años de historia, año más o año menos, como nos solía
repetir, cada vez que había ocasión, el añorado y querido maestro Alcántara.
Después vino Roma y como se
suele decir “algo tiene el agua cuando la bendicen” y se asentaron aquí.
Dejaron un teatro, un montón de ruinas esparcidas que afloran cuando entra la
reja del arado o cuando una obra con cierta profundidad hace que los cascotes
vuelvan a salir a la luz del sol. Quintas romanas en el campo, tumbas donde
buscaron para sus cuerpos el reposo eterno, y la Lex Flavia Malacitana de la
que se habla muy poco.
Los árabes encontraron en esta
tierra un acomodo extraordinario. A cambio nos dejaron costumbres, vocabulario,
modo de entender la vida y ese no sé sabe qué pero que nos hace que sepamos
apreciar el olor de los jazmines las noches de verano… La Alcazaba – fortaleza
y palacio – era algo así como la biznaga que es “más que una flor y menos que
una estrella” y ella, la alcazaba, ese lugar idóneo para ver en las tardes
limpias de verano, los veleros en la bahía y al otro lado del mar, la
cordillera del Atlas.
Tras la toma de la ciudad por
la Corona de Castilla vinieron tiempos duros. En ocasiones represión y guerras.
Dolor, salida de los moriscos que no querían la imposición de religión y lengua
y luego, la expulsión.
Durante el barroco en Málaga
comenzaron a tomar cuerpo algunas construcciones. La más esplendorosa, la
catedral de la Encarnación. Por cierto, ahora van a reparar su techumbre y
todavía no ha habido tiempo para terminar sus torres. En Málaga, dicen que
somos así. “madre para todos y madrastra para mí”.
El siglo XX tuvo muchas
sombras. Un crecimiento anárquico, un desarrollismo desaforado. Crecía y crecía
en la mediocritud de una ciudad de provincias olvidada. Se destruyeron barrios
enteros y aparecieron bodrios de construcciones que ahogan a sus moradores sin
parques, sin aparcamientos…
Ahora en XXI, la cosa parece
que se ha disparado – el Guadalmedina es la cicatriz con muchas palabras y
pocas soluciones – y la afluencia de gente de fuera ha llegado a tal grado de
voracidad que los malagueños parecemos gente rara en el por calle Larios.
Podemos morir de éxito, podemos caer en la peor de las ignominias como es el
perder la identidad… ¡”Cosas veredes, amigo Sancho”!
jueves, 26 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Vetones
26 de septiembre, jueves. Desde
la ladera de Gredos se ve, abajo, el Tiétar remansado en el pantano de Rosarito.
Campos verdes de tabaco, tomates, maíz y pimentón; al otro lado, el Campo de
Arañuelo, Oropesa y Navalmoral de la Manta entre la niebla. En la lejanía, se
intuye, pero no se ve, Mirabete…
Entre los pueblos prerromanos
que habitaron la Península Ibérica, los vetones, vivieron entre el siglo IV y al
I. de C., al Sur de Gredos; la cordillera los escindió en dos: unos donde el
clima, más benigno, al sur; otros, en la parte septentrional. Limitaron con los
galaicos y astures por el norte; al este, con carpetanos y vacceos; por el sur,
con oretanos y túrdulos; por poniente con los lusitanos que eran tan pobres
como ellos. (En el Guijo de Santa Bárbara dicen que allí nació Viriato al que
le quitan su carácter lusitano… Bueno, si ellos lo dicen…)
El castro del Raso, cercano a
Candeleda da información de quienes eran. Su agricultura, escasa. Vivían de la ganadería de
la cabra, del pillaje, del robo y vandalismo sobre pueblos vecinos, más ricos.
La Bética su punto de mira. Acudían arrasándolos hasta que a Roma se le
hincharon las narices y fue a por ellos, en el siglo III en las Guerras
Ibéricas. Los sobrevivientes escalaron la cordillera y buscaron refugio en el
poblado de Freillo, cumbres arriba.
El Raso, cercano a garganta de
Alardos pudo albergar una población muy numerosa quizá cercana al millar de
personas. En el siglo III se expande por Iberia en una zona posiblemente de
paz, un elemento perturbador: romanos y cartaginesas se disputan el territorio.
Se dice que Aníbal pudo llegar hasta Salamanca reclutando soldados para luchar contra
Roma.
Los vetones tuvieron dos
elementos distintivos de su identidad: toros y verracos, tallados en piedra. Han
llegado hasta nosotros, entre otros, los Toros de Guisando en El Tiemblo y el
Verraco de la Virgen en Gotarrendura…
Con los lusitanos, eran los
pueblos más pobres de la Península. La naturaleza fue cicatera con ellos. Llevaron
una vida dura y sacrificada. Si había una sequía y no prosperaban las cosechas y podían morir, literalmente, de hambre.
Vivían en chozas de dos
habitaciones, cercadas por una muralla. Hacían la vida en la cocina. Se
sentaban en un muro corrido para comer. Sus ‘vajillas’, de barro. Los vestigios
hallados: azadas, arados, hebillas de cinturones, espadas, hablan de su
pobreza. Adoraban al dios Vaelico y a Cosus, dios que representa
la guerra, la virilidad y el tiempo…
miércoles, 25 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tradición y progreso
25 de septiembre, miércoles. Álora
es un pueblo con una orografía complicada. Apenas cuenta con calles llanas. O suben
o bajan según quiera el viandante entenderlo. La calle Algarrobo tiene una
cuesta en su entronque con Carmona, desde casi donde arranca Cantarranas, por
la derecha; al desembocar en Benito Suárez, llana. Es una calle peculiar por su
longitud, por su configuración geográfica y por la originalidad de tener una
hornacina para culto público.
La calle Algarrobo es una calle
larga paralela al eje vertebrador de la calle de la Parra; a un lado, conforme
se baja hacia la Plaza Baja de la Despedía que fue el reducto ciudadano más
importante durante el siglo XVI; al otro, la de “Atrás”. Lo dice todo.
Está acerada en su parte
derecha, conforme se desciende. La acera izquierda es la trasera de las casas
de la calle de la Parra. Solo en su parte final, antes de recibir a la calle
Zapata cuenta con algunas viviendas.
En la mediación una hornacina
recuerda otro tiempo. Nacieron con un doble sentido. Sacar las manifestaciones
religiosas a la vista de todos y alumbrar en la oscuridad a transeuntes por las
noches. El Concilio de Trento celebrado en varias sesiones a partir de 1545 fue
una respuesta a la Reforma protestante. Es uno de los concilios con mucha
trascendencia en la Historia de la Iglesia.
En asuntos de Dogma tuvo una
importancia crucial; en el tema de costumbres se implantaron las
manifestaciones públicas de fe. En España se incrementaron las procesiones de
Semana Santa. Ya existían de manera ininterrumpida, desde el siglo XV. Se cree
que las más antiguas datan en Medina del Campo, de 1441. Se reconoce que venían desde la celebración,
en el 325 del Concilio de Nicea.
En las calles se ubicaron
hornacinas – algunas solo tenían una cruz – en la calle Ancha, (la Joyanca),
calle Zapata, calle de Atrás, Camino Nuevo y en la calle Algarrobo que tenía y
tiene un Cristo Crucificado (que en el pueblo se conocía como el Cristo de
Isabel Vera por ser la propietaria de la casa donde se acoge en su fachada.
Tenían, además de ser lugar
para fomentar la oración y devoción del transeúnte, un sentido urbano. Durante
la noche una mariposa o una vela – no había alumbrado público- daba una posible
orientación a quien osaba transitar por la oscuridad de la calle. El peligro de
robo o incluso de muerte era algo real.
Ahora, el progreso (alarma conectada
con una central y con la policía..) y la tradición se dan la mano… ¡Cosas!
martes, 24 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Solamente una vez...
24 de septiembre, martes. Bambolea
la brisa suavemente las copas de los cipreses del camino; por la ventana entra
el tibio sol de una tarde del recién estrenado otoño. No hay sinfonía de
pájaros. El cielo está entoldado de nubes lejanas que van a alguna parte…
- Maestro, le preguntaron en
cierta ocasión, a Agustín Lara, ¿por qué escribió usted ‘Granada tierra
soñada por mí’ si nunca había estado en Granada?
- Por eso, por eso.
Era un enamorado de Madrid – “Madrid,
Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti”. Cuando venía se hospedaba
en el Ritz (que no es mal sitio) entre Neptuno y Cibeles y sabía de los buenos
sitios, de esos a donde te lleva primero, alguien y, luego, ya son tuyos para
siempre.
Dicen que se parecía a
Manolete. Era enjuto, espigado, de nariz larga y orejas grandes. Hablaba tan
pausado y melodioso que parecía que hablaba desde la distancia. Sus manos finas
y dedos largos (en el meñique gustaba de llevar una sortija) Vestía impecable y
se adornaba con un pañuelo en el bolsillo de la chaqueta. Una cicatriz lo tenía
marcado en la cara. Él no quería hablar de la cicatriz, pero se sabe que se la
hizo una mujer, una noche, en la barra de un cabaret…
En una entrevista, César
González-Ruano, le preguntó por la canción de su vida. Sin dudar respondió:
- Solamente una vez…
Alguien podría pensar que
estaba dedicada a María Félix con quien estuvo casado o a alguna de las mujeres
con las que conoció el amor, el desencanto y la aventura. Nada de eso. En
Buenos Aires su amigo José Mojica le dijo:
- Paso un mal momento (había
muerto su madre hacia poco, había superado una depresión). Me retiro. Hazme una
canción. He encontrado el amor de mi vida.
- ¿Quién es? preguntó.
- Dios.
Se quedó sorprendido. ¿Cómo es posible eso, si tienes todo lo que
quieres, mujeres, dinero, viajes, fama, aplausos…”
- Lo dejo todo. Me voy a un convento
franciscano.
A
la mañana siguiente, Agustín se presentó con la canción. …“Solamente una vez en mi huerto
brilló la esperanza, la esperanza que alumbra el camino de mi soledad”. Ana María González fue la encargada
de cantar el bolero, uno de los boleros únicos, como el sol de otoño que, a
veces, entra por la ventana mientras la brisa de la tarde bambolea los cipreses
del camino.
Agustín Lara murió con 73 años, el 6 de noviembre de 1970, en
Ciudad de México.
lunes, 23 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Churrete: original en todo
23 de septiembre, lunes. La
calle Ancha era la arteria que atravesaba el arrabal del castillo. En su tiempo,
la más importante del pueblo. En ella se asentaban las Casas del Cabildo y el
Pósito. El castillo tenía tres vías de salida: la propia calle Ancha; la calle
Postigo -el postigo del adarve- que aparece en el Libro del Repartimiento como
la más antigua y la calle del Carril que bordeaba la fortaleza por fuera de las
murallas, más allá de las torres albarranas.
Casi en la mediación, en la
acera derecha de la calle Ancha, después de salvar el primer repunte, antes que
llanee, arranca la calle Churrete. ¿El porqué del nombre? No se conoce. Termina
en el ‘Llano de las Monas’.
- Sebastián, - Sebastián Gil - le
pregunté, en una ocasión, eso del Llano de las Monas…
- Porque dicen que,
antiguamente, vino un circo que traía una jaula con monos y se instaló allí.
- Usted, ¿llegó a conocerlo?
- Yo, no, pero me lo contaron
así.
Su orografía, en sentido
descendente, proporciona el acceso a las viviendas mediante calzadas. Está abierta
al valle. Sus vistas, espléndidas. Desde cualquier punto se divisa una
panorámica excepcional del valle del Guadalhorce, que se abre paso, con
pronunciados meandros, camino del mar.
Para ser una calle cualquiera le falta longitud. Se lo impide quizá lo abrupto del precipicio que lleva al arroyo Hondo, que arranca en los Pechos de la Villa, cercano a la Viñuela del Soldado, en las faldas de El Hacho, ese que es a nosotros como el Gurugú a Melilla. Sí, ese. Le sobra pintoresquismo. Es corta y única.
Abajo, a la otra orilla del
arroyo – profundo y no se ve – las tierras del Baece donde pretendieron
levantar sin éxito una cartuja y Canca, que encierra unas termas romanas…; un
poco más allá, el arroyo de Catalina Díaz y la Pileta.
En orilla derecha, la Vega
Malilla donde se asentaron a partir del siglo IX tribus beréberes como los banu
Butr, hawwaries, suktaniés, o banu Malilla, que le dieron nombre. Está
atravesada por la vía del ferrocarril Málaga-Córdoba. A media distancia, el
Hacho de Pizarra; en la lejanía, la Sierra de Alpujata…
En los siglos XVI y XVII fue
una de las calles principales de la localidad y en ella residieron vecinos
importantes que ocuparon la vida social de aquellos años. Andar por los pueblos
viejos lleva a descubrir lugares que parecen escapados de un cuadro de Santiago
Rusiñol…
domingo, 22 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Emperador
22 de
septiembre, domingo. La Vera arranca en Plasencia. Cuando éramos niños y
estudiábamos las comarcas naturales de España, se llamaba ‘la Vera de
Plasencia’, y llega hasta Madrigal. La garganta de Alardos regala una orilla a
Extremadura; la otra, a Castilla. Candeleda ya no es Vera, y es de Ávila.
Casi
todos los pueblos de La Vera, la toman como apellido: Pasarón, Jarandilla,
Jaraíz, Valverde, Losar, Aldeanueva, Villanueva, Arroyomolios, Viandar,
Talaveruela… y, así, tras del nombre, indefectiblemente, la identidad: de la
Vera.
Solo un
puñado van por libres: Cuacos de Yuste, Torremenga, Tejeda de Tiétar, Garganta
la Olla o el Guijo de Santa Bárbara… En el monasterio de Yuste entregó su alma
a Dios, tal día como hoy 22 de septiembre de 1558 con solo 58 años, el hombre
más poderos de su tiempo: El Emperador Carlos I.
Por las
calles de Cuacos corrió Jeromín, luego, don Juan de Austria bajo la tutela de
don Luis Quijada y doña Magdalena de Ulloa… El agua de la fuente, al pie de la
peña donde crece una higuera silvestre ponía un rumor de embrujo a sus noches.
Sigue allí
el estanque donde el emperador dicen que pescaba truchas y el nogal junto a su
ventana y, sobre todo, la memoria de un hombre grande en la Historia de España.
Nació en Gante y murió en un lugar recóndito, bellísimo entre robles, y cantos
de pájaros. A él, el dolor de la gota lo acercó a Dios. Dejó dicho que fuese
enterrado de tal manera que al pasar los hombres simulaban que pisaban sobre su
cuerpo. Luego, su hijo, Felipe II lo trasladó al El Escorial…
Según don
Miguel de Unamuno en los pueblos de La Vera ‘chacharean las sombras’. Son
únicos; arriba, Gredos prolongado por la Sierra de Tormantos. Los Galayos y el
Almanzor arañando el cielo; por las gargantas baja el agua clara, limpia, fría,
muy fría. Modelan el granito, van al Tiétar…
sábado, 21 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tal como somos
21 de septiembre, sábado. La
cosa está crispada; demasiado alto voltaje. Saltamos por nada. No hay aguante.
Si se presta oído a cualquier emisora de radio mañanera podemos hacer acopio de
berrinche para todo el día. Toca algo de distensión a ver si podemos esbozar un
poco de sonrisa.
El niño jugaba con otros amigos
en una obra. Resbala. Cae de un piso superior. Queda inmóvil… Una mujer ve la
escena desde la lejanía. Grita y acude a socorrer. Le diagnostican fractura de
cráneo…
- Oye, me he enterado que tu
hijo ha tenido un accidente… ¿Cómo está?
- Ná, ná. Esconchaíllo.
IU. Llegó al poder municipal.
El alcalde pretende implantar nuevas normas. Eso de cobrar por la cara…
- Vayan ustedes, les dijo, a las
dos ‘operarias’, frieguen la iglesia de la Vera Cruz y, luego, vengan.
- ¿A fregar la iglesia? ¿Cuándo
se ha visto – entre protestas y aspavientos – que un alcalde comunista mande
fregar una iglesia?
El hombre tuvo una agonía
larguísima. Los vecinos cada noche acompañaban a los familiares. Cuando murió,
el día del entierro, el cura salió a recibir el féretro en la puerta de la parroquia.
Con voz potente entona: “Resucitó, resucitó, resucitó...”
- Eso es lo que hace falta,
dijo una, que resucite que ha dejado sin café a todo el bloque…
Niños y adultos juegan con las
velas en el Rosario de la Aurora; se echan cera unos a otros. Don Lope, con voz
potente de barítono, cantaba la Letanía de Todos los Santos a lo que el coro
semidormido respondía:
- Santa María…
-Ora pro nobis.
- Santa Dei Genetrix…
- Ora por nobis.
Don Lope se percata del
panorama:
- Chicos y grandes, ¡qué poca
vergüenza!
- Orate pro nobis…
Venía cada mañana, desde El
Sabinal, a traer la leche al pueblo. En la Cancula se encuentra con el rosario
de la Aurora. Al ver la procesión, exclama.
- Me cachis, (dijo
otra cosa) que se ha echado la Semana Santa encima y yo sin enterarme.
En la época cuando se vendía
alcohol a granel en las farmacias, acude una mañana temprano.
- ¿Y el frasco?, preguntó el
mancebo.
- En la casa, está en la era
porque esta mañana había marea….
El cura había venido de
Sudamérica. No tenía noción del tiempo. Días muy cortos en plena de invierno.
Se presentan cinco entierros en el mismo día. Acumula y acumula retraso. Al
llegar al tercero alguien comenta:
- Como éste siga así, al último
hay que echarlo en salmuera…
viernes, 20 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El pueblo
20 de septiembre, viernes. El
pueblo despierta temprano. Con las primeras luces del alba se echan a la calle
los que van a trabajar fuera. Los coches pasan raudos. Van con prisa. Cinco
minutos más de cama y… ¡el tiempo! Siempre luchamos contra el tiempo.
Un poco más tarde se despereza
eso que llaman vida. La gente acude hacia las consultas del Centro de Salud; los
niños, a los centros escolares. Unos, con ganas; otros, a remolones. Algunas
madres – cargan con la cartera – los llevan de la mano; otros, caminan unos
pasos por delante. Gente que va y viene, de algún sitio a alguna parte.
Palomas en el alero de un
tejado; la mujer de Pacheco vende cupones en la puerta de la iglesia de la Vera
Cruz.
- La veleta apunta a levante.
No hay agua.
- Eso – le digo – pienso yo,
también.
Están ocupadas las sillas de
los bares que sirven desayunos en la plaza. Casi la misma gente de siempre. Comparten
rato en torno a la mesa. Hay, también, quienes toman el primer café mañanero,
solos…
Voy sin rumbo. Sale de una casa
un chaval joven: mochila a la espada. Por la hora, edad y atalaje tiene pinta de
ir a alguno de los Institutos…
- Buenos días. (No me contesta.
Tampoco me sorprende)
Sigo calle delante. Voy por el
centro de la calzada. Viene un coche; me aparto en la acera; cuando pasa,
vuelvo a la calzada. Sigo camino. Una mujer madrugadora limpia el polvo del
enrejado de la ventana… Cuando estoy a su altura:
- Buenos días. (Tampoco
contesta al saludo. Pienso que no ha debido oírme)
Las puertas, cerradas. Casi al
final de la calle, en sentido contrario, una mujer de las que antes estaban en
las esquinas…
- Buenos días, le digo.
-Buenos, días me responde.
Subo a Uriquí. La vista del
pueblo, soberbia; el cielo, entoldado. En la lejanía, bajo nubes, la sierra de
Mijas; a media distancia, el Hacho de Pizarra. Del pueblo sube un ruido sordo.
A la izquierda, la cúpula
rojiza del reloj del Ayuntamiento diseñada por un capitán de la Guardia Civil
inspirado en la Puerta del Sol de Madrid. A la derecha, se desparrama el
pueblo. Algunos de los templetes que remaban casas de cierto empaque están casi
minimizados por las chapas. En su sitio, separado, el castillo. Otea los
vientos y al tiempo.
Me acuerdo de los versos de
Juan Ramón. “Se morirán
aquellos que me amaron; /y el pueblo se hará nuevo cada año; /y en el rincón
aquel de mi huerto florido y encalado, /mi espíritu errará nostáljico…”
jueves, 19 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los chicos
19
de septiembre, jueves. Era verano,
como el del cuento de Ana María Matute, cuando supe de esta mujer y de su
manera de escribir. Andaba por Benagalbón, en la Escuela Hogar la Marina, en
uno de esos cursos a los que uno se apuntaba llevado por la inquietud y por ese
afán de saber, de descubrir lo desconocido, de… ¡qué se yo!
El
profesor llevó a clase un texto de Ana María, Los chicos. No conocía –
no sé mis compañeros – gran cosa de ella. Nos repartió unas hojas impresas con
el cuento. Después, lo comentaríamos…
Comenzaba
así:
Eran
cinco o seis, pero así, en grupo, viniendo carretera adelante, se nos antojaban
quince o veinte. Llegaban casi siempre a las horas achicharradas de la siesta,
cuando el sol caía de plano contra el polvo y la grava desportillada de la
carretera vieja, por donde ya no circulaban camiones ni carros, ni vehículo
alguno. Llegaban entre una nube de polvo que levantaban sus pies, como las
pezuñas de los caballos.
Después,
he sabido que ese cuento era la realidad vivida en Mansilla de la Sierra donde
con cuatro años gravemente enferma fue a casa de sus abuelos para curarse en
aquel rincón de La Rioja. El cuento fue vivencia de otro verano. Duro, real,
fuerte.
Se
construía el pantano de Mansilla – que lo anegó y forzó levantar un pueblo un
poco más ‘arriba’- diseñado en tiempos de la República en el río Najerilla -.
Ella, de niña vivió la terminación de las obras en la posguerra.
No
supo de la dureza que, además, se encerraba en la construcción de aquella
presa. Un grupo de hombres condenados a ‘redimir la pena’ (¿?) prestando la
entrega de su trabajo. Sus familias, instaladas en chabolas y covachas les
habían seguido; los niños con ellas. Mal vivían en las cercanías del pantano.
Cuenta
Ana María como uno de aquellos niños – el más pequeño – fue maltratado y
golpeado por el matoncillo del pueblo, ¡que valiente! cuando una tarde
regresaban desde el río hacia sus cobijos. Al finalizar el atropello dice:
Súbitamente
me miró. Y vi sus ojos de pupilas redondas, que no eran negras, sino de un
pálido color de topacio, transparentes, donde el sol se metía y se volvía de
oro. Bajé los míos, llena de una vergüenza dolorida.
Nosotros,
entonces, asistíamos a una escuela donde en el recreo nos daban leche en polvo
o un trozo de queso americano… Ahora, en el Instituto Cervantes de Madrid, se
ha abierto una exposición para celebrar el centenario del nacimiento de Ana María (1925-2014)
miércoles, 18 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Quijote, de ayer; expresiones, de hoy
18 de septiembre, miércoles. Don
Quijote, loco de remante, había salido de su casa por la puerta del corral cuando
aún era de noche. Montaba en su caballo. Cabalgó por la llanura manchega bajo
un sol abrasador. Ni comieron ni bebieron una gota de agua durante toda la
andadura de aquel día de verano.
Dice
Cervantes, en el capitulo tres, de la primera parte, que llegaron, entre dos
luces, a una venta que él, en su desvarío, pensaba que era un castillo y en el
que deberían armarlo caballero porque no podía emprender ninguna buena acción –
Se había echado al mundo a ‘desfacer’ entuertos’ – si antes no lo habían armado
caballero.
En
la puerta vio dos mozas de ‘esas que llaman del partido’ pero que para él eran
dos doncellas que salían a recibirlo; el ventero, el señor del castillo. Le
pide que lo atienda. Le cuenta qué le mueve para ir de aquella manera, a
aquellas horas y por aquellos lugares. El ventero, le sigue la corriente. Lleva
a Rocinante – el caballo al que Cervantes también le da protagonismo - a la
cuadra.
Don
Quijote le pide que lo arme caballero; el ventero, que no tiene capilla para
velar las armas porque la que había estaba derribada para hacer una nueva pero
que según los libros de Caballería en tales circunstancias podía hacerse en el
patio de la venta.
Don
Quijote las deja sobre el pilar del pozo. La luna, en el cielo; la noche clara
– Cervantes no lo dice, pero en la lejanía, si había alguno, deberían ladrar
los perros y cantar los grillos…-. Un arriero se acerca a dar agua a su recua.
Don Quijote le llama la atención; no le hace caso y entonces cervantes escribe:
“No
se curó el arriero destas razones y fuera mejor que se curara, porque fuera
curarse en salud” y continua: “antes trabando las correas, las arrojó gran
trecho de sí. Lo cual visto por don Quitoje, alzó los ojos al cielo puesteo el
pensamiento (a lo que pareció) en su señora Dulcinea…
Arremetió
contra él y le rompió la lanza en la cabeza; lo mismo hizo con un segundo, que
no percatado de la situación recibió aún peor trato. El daño fue aún más grave.
El
ventero que vio como se ponía la cosa hizo una ‘faena de aliño’ y le dio puerta
para quitarse de encima una situación tan engorrosa.
martes, 17 de septiembre de 2024
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Uvas de Almorox
17 de septiembre, martes. Cuenta
el Lazarillo que llegaron, en tierras de Toledo, a Almorox donde ocurrieron
varias peripecias: hizo saltar al ciego contra un poste en la plaza del pueblo,
ocurrió el episodio de las uvas y donde se separó del ciego que tan mal le
trataba.
Almorox está en la vertiente
norte de una pequeña colina, en terreno llano por el que discurre el arroyo
Tordillo, no lejos del río Alberche que nace en la Sierra de Villafranca en el
Sistema Central. Lleva sus aguas al Tajo. Es tierra llana, de pinares extensos
donde alternan el pino piñonero y la encina; viñedos…
La parroquia se la dedican a
San Cristóbal. Está documentado que en su obra trabajó Juan Gil de Hontañón, a
principios del XVI. El Lazarillo de Tormes se publicó en 1554 lo que lleva a
pensar que pudo haberla conocido ya terminada. En el centro de la plaza tienen
la picota ¿será el mismo pilar contra el que Lázaro hizo que saltase el ciego estrellándose
contra él?
Debió ser por este tiempo.
Septiembre, días arribas, días abajo. Tiempo de vendimia (cuenta que ya estaban
muy maduras. Se desprendían con
facilidad del racimo y chorreaban con abundancia mosto). El cielo debía tener
el azul propio de este tiempo; sin el azul de primavera o ese azul limpio de
los días fríos del invierno. Quizá algunas nubes se columbraban de paso y el
sol pegaría sin la fuerza que lo hace en los meses de verano; no obstante, se
agradecen las sombras que reconfortan de las calores al final del estío.
El ciego le propuso sentarse,
al amparo de un vallado y compartirlas en armonía. Cuenta que le dijo:
- Lázaro, vamos a comerlas
amigablemente. Tú, una; yo, otra.
Debió comenzar la faena
despacio. Sin embargo, dice: pronto “mudó de propósito y comía de dos, en dos”.
Entonces, él cambió también y comía de tres en tres o de como su mano alcazaba
a desgranarlas del racimo.
Sigue la narración y cuando
hubieron terminado, el ciego balanceó el escobajo del racimo en el aire y
solemnemente le comentó:
- Lázaro, engañado me has.
Él lo negó, pero en su
atrevimiento de muchacho sagaz, preguntó:
- Y ¿en qué lo conocisteis
vos?
- En que yo comía de tres en
tres y tú callabas….
Manera sutil de desnudar al
pillo. ¿Tendrá vigencia esta manera de descubrir a tanto ‘Lazarillo’ de
chaqueta y corbata de hoy? Una de las obras cumbres de la Literatura española…