domingo, 25 de junio de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jazmines

 



                                                                               A mi madre

 

25 de junio, domingo. Dicen que es la flor del verano. No lo sé. Los que vivimos en los climas templados del Sur sabemos que florecen desde primavera hasta muy bien avanzado el otoño.  Su perfume – el de la Dama de noche, también – embriaga las noches veranos.

El jazmín es un arbusto; no necesita muchos cuidados. Da más que recibe. Sus flores blancas son un espurreo níveo que abre al anochecer y tiene una duración muy efímera. Los jazmines de hoy ya no tendrán vida mañana y él solo se descombra y los deja caer y alfombran el suelo.

Los jazmines, en ocasiones, aparecen por encima de las tapias, de los caballetes de los corrales, en los rincones más insospechados. Ponen una nota de diferencia con otras flores. Como las cosas bellas, cuando más diminutos, más excelsos.

En mi casa siempre ha habido jazmines. Mi madre los tenía (uno en el patio, en un arriate, y otro en un bidón grande de latón, que no sé dónde se lo habría agenciado, pero que llenaba media terraza). Mi madre las tardes de verano ensartaba en una horquilla del pelo unos jazmines que aún no habían abierto y se lo ponía en el canalillo del pecho. Cuando la noche avanzaba se abrían los jazmines y entonces mi madre olía a jazmines y los jazmines, a madre. También solía ponerlos en un platito pequeño con agua porque “así, decía, no vienen los mosquitos”.

En mi tierra, tenemos una manera especial de lucir los jazmines. Es la biznaga. Sobre un tallo de nerdo se colocan, uno a uno, los jazmines y entonces aparece algo distinto y distintivo de Málaga y sus pueblos. El maestro Alcántara dijo que era “más que una flor y menos que una estrella”. El maestro, una vez más, llevaba razón.

Málaga, la que ya tiene casi tantas tabernas – ahora se visten de franquicias   - como antes y algunas librerías más, tiene ese algo que no lo hay en ningún otro sito. Ya se sabe, los malagueños somos así. En Málaga, la ciudad portuaria, no huele a brea; cuando sopla el terral abraza y se les da tres días de cuartelillo, y si no obedece y rompe la norma, y se hace el remolón, entonces, ya no es aire que viene  del noroeste y es mala leche; en  Málaga, el biznaguero pincha las biznagas en su penca de chumba y las calles se perfuman y, entonces, ¡ay! entonces…

No hay comentarios:

Publicar un comentario