lunes, 12 de junio de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. De ayer a hoy: Cisneros y algo más

 

                                 


12 de junio, lunes. Madrid se pierde por el espejo retrosivor del coche en una uniformidad desesperante; edificios uniformes arañan el cielo; la tierra es improductiva. Ha perdido su color propio; surgen naves industriales; desarrollo del progreso imparable; a la derecha, una montaña desmochada; por la izquierda, suben al cielo aviones que remontan altura: han despegado del cercano aeropuerto de Barajas. Ya casi llego a la famosa Alcalá de Henares. El pueblo se ha hecho grande, muy grande con el paso del tiempo. Busco un lugar donde dejar el coche…

Me adentro en la ciudad. Echo mano del recuerdo. Queda muy atrás aquel curso de verano en su Universidad. Uno entonces era joven. Uno creía en tantas cosas que ahora cuando tira del recuerdo se le vienen muchas, demasiadas a la cabeza.

Una avenida con nombre muy pomposo está sembrada de magnolios y rosales llenos de flores; en los laterales, fuentes homogéneas; un chorro de agua clara, a modo de surtidor, saluda a la tarde.

La calle Mayor – me las ando por el barrio judío – recuerda un pasado de esplendor. La gente toma refresco en las terrazas de los bares. La calle Mayor, arranca en el barrio cristiano, se ha convertido en una sucesión de lugares para pasar el rato; están abiertos los comercios.

Celebran una boda en la catedral. La gente va vestida con ropas para la ocasión. Toca el órgano; se está bien en la penumbra.  Está adornada la torre con gallardetes y banderolas. En la explanada de la puerta un monumento a Cisneros en bronce. Uno piensa que esta ciudad sin Cervantes – paso por delante de lo que dicen que fue su casa natal -  y sin Cisneros y de su mano la Universidad, hoy sería otra cosa.

La plaza de Cervantes tiene arriates – no llega a rosedal – sembrados de rosales que ya han agostado la primera floración de primavera. Paso por delante del colegio de Málaga (¡ay, del obispo Moscoso, qué poco se le ha reconocido en Málaga). Deambulo. La ciudad antigua está limpia. La han adaptado para que los peatones disfrutemos de ella: de su pasado, de sus edificios, de sus cipreses que orlan los laterales de sus calles...

Me llego hasta la Universidad. Me siento en uno de los pilares de granito. Miro su fachada, la contemplo – una vez más – me recreo. Pienso en la grandeza del fraile franciscano. Se llamó Francisco Jiménez de Cisneros… ¡Qué suerte tenemos los españoles con figuras como la de este hombre!

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