martes, 6 de junio de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Alora. Historias y Leyendas: Mariquita, "la del diablo" (II de V)

 

 


6 de junio, martes. El padre de Mariquita “la del diablo”, una mañana, cuando el alba apuntaba por los cerros, fue a la cuadra, aparejó la burra, cogió un picaporro, una palmitera, una espiocha y una hoz (la navaja cabritera siempre la llevaba en el bolsillo del blusón de tela) y… Su mujer cuando lo vio salir con tantas herramientas le preguntó a dónde iba y él, con respuesta huraña, respondió: al campo. Su mujer sabía que no le decía la verdad. Era un hombre tan malo de hechos y de carácter que no se atrevió a seguir preguntándole y dejó que se marchase….

El padre subió por un camino largo y estrecho. A los lados del camino, crecían las retamas; en las costeras había almendros, algarrobos, lentiscos y acebuches injertados en olivos y un majuelo con cepas de viñas que cuando llegaba el otoño, cogían los racimos y las pisaban y hacían vino; otras, las secaban en los paseros y las convertían en pasas que luego, cuando llegaban los fríos del invierno, por las noches, las comían después de la cena. El pabilo del candil ardía despacio hasta que se consumía y se apagaba y dejaban de arder los troncos en la chimenea y las sombras lo llenaban todos y los niños se dormían con miedo. En los árboles grandes se escuchaban los búhos y en el palomar el tropel de las lechuzas que venían a alimentarse con los pichones.

Cuando el padre de “Mariquita la de diablo” llegó a la alto de la cuesta, en el borde del camino había unas retamas. El diablo que no hablaba como hablan los hombres, le dijo que allí estaba el tesoro. El padre de Mariquita miró a los lados. No venía nadie por el camino. Todo era soledad. Amarró la burra con la punta del cabestro a una de las retamas y para más seguridad, le puso la traba. Sacó el picaporro, se apartó un poco. Fue hasta donde la voz del diablo (¿la oía por dentro?) le dijo y cavó con fuerza. No tuvo que profundizar mucho. En uno de los golpes apareció una orza pequeña… Con el sol, entre la tierra, vio cómo brillaban unas monedas. Se quedó pasmado…

Entonces el diablo le dijo:

-         Esto solo es para veas que es verdad. Ahora, baja por esa costera, cuando llegues al borde del arroyo (al arroyo lo conocen por el arroyo del ‘Escarbaero’), cruza al otro lado, sube por la ladera, allí hay un casaron viejo y en ruinas, junto a un olivo grande….

El hombre le hizo caso a la voz del diablo que él solo escuchaba en su interior, pero antes, cogió la orza con las monedas, la metió en un saco de arpillera y la puso en el cujón del serón de la burra. Lo cubrió con matagallos y encima le echó las retamas que lo había ocultado desde hacía tanto tiempo que él no podía ni sospecharlo. Si alguien aparecía por el camino, pensaría que estaba cortando una carga de leña para caldear el horno…

 

 

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