lunes, 19 de junio de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tormenta de verano

 

                            


19 de junio, lunes. Todo comenzó con un ruido lejano. Pienso que puede ser un avión; no, no es un avión. Se va y se viene. Es un ruido intermitente. Cada vez está más cercano. Son truenos.

Entre nubes (el cielo está entolado) una chispa eléctrica ha recorrido un espacio. No sé si largo o corto. Todo ha sido rapidísimo. Visto y no visto.

Arrecian los truenos. Recuerda los finales de feria de antes cuando había mas ruido que fuegos de artificio. La traca final de feria era una tormenta en miniatura; el presupuesto no daba para más.

Los días de tormenta los pájaros ‘se pierden’. Me pregunto dónde se cobijan los pájaros los días de tormenta. ¿Duermen en las mismas ramas las noches de tormenta? La naturaleza es un misterio constante.

No hay palomas en el alero del tejado. Han desaparecido los gatos. Los gatos se las andarán por el pajar, por las cuadras… Las gallinas buscaron el cobijo de las tejas del gallinero.

Cae al otro lado de la ventana una cortina de agua. La ventana es el mejor mirador paro observar como evoluciona la tormenta. Han desaparecido los claros azules del cielo; se ha entoldado de nubes del color del plomo; no llegan a negra, pero casi.

Por momentos arrecia la lluvia; luego, afloja; vuelve a llover con intensidad. La cortina de agua es una pequeña catarata sobre el caballete; se forman charcos en el camino.

Parece que la tormenta se ha ramificado; hay varias tormentas. Dudo si es la misma; estoy desconcertado. Ha sonado un trueno enorme. Da la impresión de que los objetos materiales de dentro de la habitación han acusado recibo del estruendo.

Las gotas de agua bajan agolpadas, en tropel; parecen niños que han recobrado la libertad cuando salen al recreo. Todas corre del cielo a la tierra…

En la lejanía todo parece más oscuro. Es media tarde y parece que la noche ha pedido un anticipo; se lo han dado y ahora goza de él. Uno, ante la fuerza de la naturaleza se ve acongojado, impotente…

Dicen que en las selvas tropicales llueve todas las tardes de una manera parecida; nunca he visto cómo llueve en las selvas tropicales. Debe se un espectáculo asombroso, aunque se sabe que pasa y vuelve al día siguiente.

Los árboles han abierto sus almas (yo también) y reciben la lluvia que baja del cielo, aunque sea con vestiduras de tormenta…

 

 

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