Lagunas de Ruidera (Ciudad Real)
29 de junio, jueves. El
tren cruza veloz una tierra semiplana; no hay montañas de relieve. En la
lejanía, los montes de Toledo se dibujan bajo un cielo con nubes de tormentas.
La Sagra quedó atrás; ahora entramos en otra comarca; castillos desmochados;
pueblos, lejanos entre sí, esparcidos, a boleo en la llanura. Soledad.
Antes de llegar a Ciudad Real
un puente de hierro sobre un río seco.
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Es el Guadiana, le digo a mi mujer, que viaja en
el asiento contiguo.
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No lleva agua.
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No. Por aquí nunca, bueno, para ser más exacto,
casi nunca. Los años de una pluviometría alta, algunas veces; otras, como éste
ni gota. Los acuíferos están más que explotados; esquilmados Hace más de
treinta años que ‘sus ojos no lloran’…
El Guadiana transita por tres
tierras hermanas en muchas cosas: La Mancha; Extremadura y Andalucía. Si me
apuran, como todos los niños traviesos, y los ríos, a veces, lo son, también
por Portugal. Sus aguas remansadas, han conseguido en el Alqueva el mayor
embalse de Europa. Es tan grande que hasta han conseguido un microclima.
Nace, es un decir, porque ni en
esto algunos se ponen de acuerdo, en las Lagunas de Ruidera… Un rosario de
nombres: Blanca, Conceja, Tomilla, Tinaja, de San Pedro, Redondilla, Lengua
Batanás y Salvadora…
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¿Sabe, usted? – me dicen en Ruidera – cuando
Azorín viajó por aquí para escribir la Ruta de Don Quijote, mi abuelo lo
acompaño a las Cuevas de Montesinos y a muchos otros lugares del Campo de
Montiel.
Después de la presa de Peñarroya,
donde lo frenan, desaparece y es un derrame de venas y arterias que llevan el
agua por la comarca…
Se pierde el Guadiana. Alguien
dice que cuando sale por los “Ojos” ya es otro río. Los que saben de Geografía
dicen que no, que es el mismo que solo que por aquí es tan especial que se las
arregla así para jugar al escondite y esas cosas con que la naturaleza, en
ocasiones, sorprende.
Por Daimiel, las Lagunas según qué
tiempo canta su estiaje; en otros momentos la ausencia de gente hace que uno
admire la naturaleza en su soledad auténtica; patos y muchas aves acuáticas:
patos colorados, azulones, fochas… y otras de las que uno no sabe sus nombres.
Nadan de manera sigilosa bajo las aneas, masiegas y carrizos y los juncos; todo
es de esa quietud tan sobrecogedora que encoje por dentro.
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