domingo, 11 de junio de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Corpus Christi

 

 

                         


11 de junio, domingo. Hace unos días tres ciudades de solera, Toledo, Sevilla y Granada han celebrado la festividad del Cuerpo de Cristo, Corpus Cristi con un poco de adelanto sobre las otras ciudades del Orbe católico.

Siempre se conmemoró el Corpus el jueves posterior al domingo de la festividad de la Santísima Trinidad. El refranero decía: “Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el Día de la Ascensión”. Era una manera de ensalzar el enorme calado de la festividad. Tiempos en que el calendario venía marcado por otras maneras.

Todo comenzó hace un poco más de dos mil años. Dicen que subieron a Jerusalén y eran aquellos días en los que el pueblo de Israel celebraba la Pascua en conmemoración de la liberación del cautiverio de Egipto.

La cosa, a primeras horas de la noche. Ya se había puesto el sol. La oscuridad avanzaba por calles estrechas con paredes de adobe. Ellos se reunión a cenar o a celebra la Pascua. Deberían estar cansados, sudorosos, un tanto sucios. Era tiempo en que al andar por los caminos los cuerpos se llenaban de sudor.

El Maestro se echó al suelo y les lavó a todos los pies (Hubo reticencias, normal) y luego cogió el pan lo partió y lo dio a comer a todos. (Hizo igual con el vino y bebieron de la misma copa). Cuentan que dijo unas palabras que probablemente ninguno de los que estaban allí entendieron. Habló de su cuerpo y de su sangre… y algo que ha perdurado: que lo hagáis siempre en mi recuerdo. ¿Eran conscientes de la trascendencia de lo que estaba pasando ?

El pueblo que le da sueltas a sus fantasías saca ‘ese’ cuerpo en una custodia. Lo pasea por las calles. La gente se viste de nuevo; los niños y niñas (¡que primor de novias en miniatura, Dios mío!) que hicieron su primera comunión vuelven a vestir sus galas... Lo llevan en carrozas, bajo palio o en las manos del sacerdote. Hacen paradas en los altares. En casi ninguno faltan dos cosas esenciales: una espiga de trigo y un racimo de uvas. La fe es algo que va más allá. Me viene a la cabeza aquel fragmento del Himno Eucarístico: “Como estás mi señor en la custodia / igual que la palmera que alegra el arenal…” Habla también de Cristo en todas las almas y en el mundo la paz… ¡Ojú!

 

 

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