miércoles, 28 de junio de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Málaga

 

                                


 Málaga. Calle Larios. Torre de la Catedral

 

29 de junio, miércoles. Dice el informativo matinal que en Valle del Guadalquivir tampoco han dormido la noche pasada; están achicharrados. Según no sé qué baremo andan en ‘alerta roja’. O sea, lo máximo del termómetro. Hablan también de dos muertes – dicen que agricultores – en Aznalcollar y en Ciudad Real. La muerte siempre es horrible.

La ola de calor, informan, es consecuencia de un viento que viene de África. No lo sé. Lo cierto es que hay lugares donde el aire azota la cara y, a ciertas horas no se puede pisar la calle.

Una brisa suave de levante hace que en la orilla del mar se minimice un poco esa sensación de agobio. El mar siempre refresca en verano o suaviza en invierno. El mar siempre está en su sito. La cuestión es desde sopla el viento. 

La mañana de estío es larga. Calienta el sol. Zumban las moscas. A media mañana bajo a Málaga. Nos vamos a reencontrar unos amigos. Hay que hablar de algunas cosas. Deambulamos por la ciudad. Buscamos un sitio donde poder charlar un rato, a gusto, sin los agobios que ahora se imponen.

Lo encontramos después de dar algunas vueltas; ponemos el hato en casa de Santi, Correo Viejo, lo menos que se vende en calle, entre Santa María y Molina Lario. Nunca ha entrado – ni va entrar - el sol por ella. Es la Málaga de calles estrechas, lóbregas. Por cierto, en la casa de la esquina nació el marqués de Salamanca… 

Después hemos bajado por calle Larios. Hay poco gente en la calle: el calor, la hora… No me he resistido a sacar la foto. Ella, la torre de la catedral se asoma a cualquier hora del día ahíta de belleza, de saber estar, de quien ocupa su sitio y no se lo discute nadie. Hay, de vez en cuando, opiniones para que se reemprenda la construcción de la otra torre.

Soy de la opinión que está bien como está. Si tuviese las dos torres a lo mejor nadie hablaría de ella. Y lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien… Ya se sabe. Ahora urge reparar la techumbre del templo. Se moja. ¡Y eso que no llueve! Dicen que las obras cuestan una fortuna. Conservar estos edificios monumentales conlleva eso. Hay discrepancias sobre quien paga las obras. Lo tengo muy claro, estaos edificios solo tienen un propietario: el pueblo; sus otros aparentes dueños son administradores temporales. Ellos pasan; el pueblo, nunca.


 

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