miércoles, 24 de noviembre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jaime

 

 

                                      


Conocí a Jaime Rittwagen como a los hermanos Durante, Fermín y Adolfo, de la mano del maestro Alcántara con los que coincidí, acogido por la hospitalidad y el cariño que me dispensaban en sus tertulias de las noches de los jueves, y a las que no acudía con la frecuencia deseada. No se podían compaginar las estrellas picoteando en la noche y la luz del alba que llamaba con suavidad en los cristales de la ventana…

Soy un seguidor de su pintura y un admirador de su bonhomía. Jaime, podría llevar el ‘don’ y el ‘usted’ delante de su nombre y no pasaría nada. Ya se sabe, las costumbres que llaman sociales ahora parece que han postergado su uso pero, aunque no se haga, no deja de ser un motivo de reconocimiento.

Dicen que los escritores hablan en su libros. No me cabe duda que los pintores lo hacen en su sus cuadros. No es cuestión de mezclar colores, ni de machar lienzos. A veces, como las beatas aquellas que, después del sermón, admitían qué bien ‘ha hablado’, y que ¿ha dicho? se les preguntaba,  ¡ah, no lo sé, respondían,  pero ha hablado tan bien! hay pintores que… bueno, ustedes me entienden

Jaime es el pintor naïf de Málaga vivo, con más fuerza, con más expresividad y con más mensaje y, al mismo tiempo, con más poesía y más sensibilidad en su obra. Nos recuerda la Málaga que fue y ya no es. La Málaga de los carros tirados por caballos que llevaban las mercancías a ‘Guerrero de las Peñas’, a ‘Marineto’, a calle Cuarteles o los almacenes de calle Vendeja…

Son los tranvías  - “un tranvía de sol con jardinera” – que iban de Huelin al Palo, que anunciaban cuchillas de afeitar, Málaga Virgen, Anís del Mono o un reloj Cauny “para toda la vida”. Los tranvías que dejaban a un lado la mar por los Baños del Carmen, o la Málaga de soldados y muchachas con delantal blanco con los niños en la plaza.

Le preguntaron a Miranda, humorista de Ideal de Granada, porqué pintaba “un gato y una mosca” y contestó. No es un gato, es una gata. Yo no  le pregunto a Jaime el  sexo  de la pareja – siempre de pelo negro -  que pinta en sus cuadros pero sí le voy a agradecer la suerte que tengo por acogerme como su amigo.

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