Este año, no. Este año la aceituna
de verdeo, por mor del agua que no llega, no ha venido a poner la nota que solo
ella ofrece cuando el otoño toma mando en plaza. La aceituna de verdeo es a la
cosecha como esos alguacilillos que abren el paseíllo mientras suenan las notas
de “Pan y toros” por ejemplo, en La
Malagueta…y dicen que detrás viene lo que tiene venir y que comienza lo bueno y
todo eso.
Este año, no. Se ha quedado
menuda. Son como cuentas de un rosario en los varetones que en primavera
estaban esplendorosos y fuertes, llenos de vigor pero que luego, cuando llegó
el sol de julio y agosto y el terral, enseñaron su tarjeta de visitas, se
asustaron y se quedaron con la respiración entrecortada y quietas.
En estas tardes de otoño,
ventosa y casi fría como ésta, en que se acorta la luz porque el horario nuevo
dice que anochece antes, se entolda el cielo y se abre un camino para soñar con
los juegos de luces donde los ángeles tienen que espabilarse para que no les
pille la oscuridad de la noche que se acerca.
Pide la tierra agua. En otros
sitios sí ha llovido, y mucho. A nosotros no nos ha llegado el regalo que
esperábamos de manera anhelante. Algo así como aquellos Reyes Magos que
escuchábamos cuando éramos niños, que sabíamos que venían por la lejanía pero que
en un momento, no sabíamos cuándo, se
giraban y se iban por otra calle, por la calle en la que no estábamos nosotros
a pesar de que en la nuestra teníamos la ilusión en la ventana.
Están los pantanos en algunos
sitios faltos de agua (el Guadalquivir desde ayer bajo un decreto de sequía). Los
embalses como reservas de una despensa que se abre con mucho tiento ven como
pasan los días y las nubes . Ellos marcan la cicatriz de ese lugar donde no
hace mucho era una parte cubierta de agua y que, después, a medida de las
necesidades, las compuertas semiabiertas la dejaban salir con tiento, con mimo,
con la generosidad que espera quien la necesita. Tarde otoñal de primeros de
noviembre. Estamos todavía a tiempo. Ojalá llueva, con tino, con moderación y
con abundancia pero sin daño y que palíe la necesidad y casi angustia que se
asoma por el horizonte.
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