Bajaba una tarde de verano por
la N-111 de Soria a Logroño. Pasado el Puerto de Piqueras, el Iregua el río
saltarín, era algo así como niño travieso que iba de un sitio a otro.
Jugueteaba con la carretera como los niños jugaban con la pelota en la calle antes
de haberla perdido, como parece que ya ha ocurrido, para siempre.
Dejamos a un lado Torrecilla en
Cameros, y pasado Pradillos, mi amigo Fernando Espíldora se dejó caer como él
solía hacerlo.
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Aquí hay buena gente…
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¿Y eso?
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No ves, como aparecen las viñas. A todo el que
le gusta el vino es buena gente….
Acaba de saltar a las portadas
de la información La Rioja, bueno, La Rioja no, un pueblo de aquella tierra,
Lardero, donde Caín – que yo no sé en qué tierra nació- ha vuelto a derramar la
sangre de su hermano. En esta ocasión, un hermano indefenso al que todavía no
se le habían caído las plumas de sus alas de ángel.
Seguro que este Caín es un
enfermo para el que todavía no se ha descubierto el medicamento que lo cure. La
sociedad tiene muy pocos medios, quizá el único, apartarlo para siempre del
resto de la humanidad porque no puede compartir el espacio con la gente normal,
que bebe el vino de las tabernas compartiendo el rato entre amigos, ni con los
niños que juegan a darle riendas a sus fantasías y por un momento se creen
seres de otros mundos.
Don Antonio Machado dijo que
había visto ‘borrachos de sombra negra’. (Éste tiene una sombra larga,
demasiado larga). Dijo que era mala gente, que apestaba la tierra y que no bebía
el vino de las tabernas, y muchas más cosas… Es mala, muy mala esa gente. Son
también bichos que aparecen cada cierto tiempo, como si fuesen el Guadiana pero
en hombres, entre la gente normal para
sembrar el dolor, la pena y lo que no tiene remedio, la muerte.
Tengo ganas de volver a La
Rioja y beber una o dos o las copas que se pueda, entre amigos, en alguna de
sus tabernas….
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